jueves, 10 de enero de 2008

No es el amor...

Bajo la mortecina luz de un par de cirios gráciles te evoco. El fuego, la luz y el pabilo consumiéndose. La cera y la llama consagradas a pensarte.

*
Antes de conocerte solía decir tu nombre; preguntaba por ti en cada esquina; te buscaba en los bares o en las cafeterías; amanecía bajo los puentes o pasaba largo tiempo en una banca solitaria de la vieja estación de los ferrocarriles.

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Sobre la urdimbre de las horas, teje el arpa del silencio la música festiva de aquella tarde de febrero cuando te conocí.

*
Te vi pasar de largo. Tu rostro era niebla; tu cuerpo, una ciudad ignota;

tus manos, un adiós de mariposas breves.

*

A veces, mientras duermes, siento celos. Porque dormir es una forma de no estar, una manera involuntaria de irse poco a poco. Entonces pienso que ya no me perteneces, que no te perteneces ni a ti misma. Cierras tus párpados y el mundo para mí se derrumba en un instante; los abres y vuelves a reconstruirlo; cierras tus párpados y me invade la más ciega de las noches. Soy, entonces, una lluvia fría, el necio extravío de mi nombre. En realidad, no sé cómo puede el mundo sostenerse en pie mientras tú duermes.



José Luis Domínguez

Cuauhtémoc, Chihuahua



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