sábado, 14 de febrero de 2009

Amor

Para escapar de ti
no bastan ya peldaños,
túneles, aviones, teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
con el hombre que escapa:
el silencio, la voz, los trenes y los años,
no sirve para huir de este recinto exacto
—sin horas ni reloj, sin ventanas ni cuadros—
que a todas partes va conmigo cuando viajo.
Para escapar de ti
necesito un cansancio nacido de ti misma:
una duda, un rencor, la vergüenza de un llanto;
el miedo que me dio —por ejemplo— poner sobre tu frágil nombre
la forma impropia y dura y brusca de mis labios...
El odio que sentí nacer
al mismo tiempo en ti que nuestro amor,
me hará salir de tu alma
más pronto que la luz, más deprisa que el sueño,
con mayor precisión que el ascensor más raudo:
el odio que el amor esconde entre las manos.

Jaime Torres Bodet
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