miércoles, 27 de diciembre de 2017

Año Nuevo



¡Feliz año nuevo! Gritó en medio de la sala. Nadie le contestó. Afuera aún se escuchaban los cuetes y la cocina todavía olía a ponche. Se sentó en silencio a ver cómo su familia se abrazaba con escasa alegría y prendía una veladora nueva frente a su retrato.






martes, 26 de diciembre de 2017

La última cena



También ella esperaba el último día del año, pero para ella, ya no habría cena ni buenos propósitos. Ni siquiera lo sabría, amarrada y balando al final del patio.







miércoles, 29 de noviembre de 2017

Marabunta



Cuando te miro me crece un ejército de hormigas. 

Avanza rumoroso por mis manos. 

Me estira la piel. Se anuncia, no me deja. 

Desde mis piernas respiran un aire diminuto, entrecortado. 

Desde el fondo de mi vientre presienten la obscuridad más húmeda del tuyo. Como un sol negro las hipnotizas.

Te huelo y mis hormigas se trastornan, se tambalean.

Te toco ¿o sueño que te toco? y corren enloquecidas. 

Desde el fondo de mi sangre apresuradas, sueñan que hunden sus dientes en tu carne, y en la mordida sienten tú parpadeo. 

Crece en el aire la anchura palpitante de labios largos entre tus piernas, enrojecidos.

Tu más bella flor carnívora saborea sin cesar el paso tenaz demorado y repetido de todas mis hormigas.

Adentro, te descubro hecha de hormigas negras desquiciadas, tan necias como las mías.

En el espejo doble de hambre y sed y sed y hambre que ilusamente llamamos nuestros cuerpos, tus hormigas y las mías, se topan boca a boca.

Se reconocen o se imitan, se devoran o se extravían confundidas entre tantas hormigas tan mordidas.

Alberto Ruy-Sánchez     




martes, 28 de noviembre de 2017

Ábreme




Ábreme, únicamente ábreme
no hay índices, no hay instrucciones
sólo un “agite suavemente
un poco antes de usarse.”

Y después no me cierres
que perdure el deleite
y en lo alto de mi noche
la luna se acomode.




viernes, 22 de septiembre de 2017

Frenesí



(2013) Era como un frenesí, que me entraba por el oído derecho y hacía nido justo ahí abajito donde ya dejaba de ser yo si temblaba. Cada vez que me llamaba cabrona y me echaba esas miraditas como de “aquí te vas a morir” y me tomaba de la mano a la menor provocación, era una urgencia decirle “mátame ya”, y entonces apagar la alarma y soltar maletín y miedos, descoser las amarras y dejarse caer, olvidar todo y quedarme siempre ahí.

De semana en semana y hasta meses enteros si había oportunidad, las miradas y las palabras se encontraban, como si fuéramos dos bobos de secundaria,  como si todo se resumiera a falso trámite cuando se sabe que ya todo está perdido. Apenas lo escuchaba y entonces ya era suya, y era ese momento mi “para toda la vida” del día, sin necesidad de pensar ni mucho menos investigar si de verdad significaba algo. 

Y yo que nunca he esperado ni contratos ni calendarios, un solo instante en sus brazos y ya, el cielo se nubla y los truenos caen al mismo tiempo, mientras un rayo me surca de cabeza a pies, como lámina de mil hojas que me parte el cuerpo a la mitad, y un grito se regala poderoso a la tierra entera, en el julio más ardiente, bajo la noche silente que ahora se llena de estrellitas y suspiros, mientras tu voz se va perdiendo dentro de mí "cabrona, cabrona, cabrona…" 




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