Con deleite se miró al espejo. Revisó el vestido, los accesorios, el peinado. “Fabulosa” se dijo. Con manos temblorosas tomó la corona y la ciñó a su cabeza. Toda la vida soñando con ser reina de belleza y ya con la corona y la banda puestas, repasó una vez más el gastado discurso: “Oh, estoy tan emocionada, no les fallaré”.
Lanzó besos al vacío y saludó a los fantasmas, justo al tiempo en que una figura imponente, fresca, rubia y escultural, entró y le recriminó: “Mamá, ¿de nuevo jugando con mi corona?”
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Flora Isela Chacón
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