martes, 28 de abril de 2009

Payaso 59


Era un payaso demasiado serio para ser payaso. Yo, que acababa de ver la función, se lo dije. Mostrando su sombrero maltrecho y sus pantalones tachonados de trapos, “Payaso 58” me indicó que él era un payaso del género vagabundo, es decir, el payaso amargado que es víctima de innumerables calamidades tendientes a hacer reír a un público exigente. “¿Cómo es posible que pueda yo reír siendo objeto de tanto ultraje?”, me preguntó malhumorado, con sus ojos anegados de llanto y buscando en mí alguna comprensión.
—Usted exagera —le dije—. No creo que sea tan doloroso. Yo soy capaz de soportar las mismas injurias por la mitad de lo que a usted le han pagado.
Para mi sorpresa, “Payaso 58” aceptó mi desafío y comenzó a maquillarme.
A la hora de la función salí a ejecutar las divertidas tareas tan mal tomadas por el cobarde “Payaso 58”. Fue un ataque despiadado: me prendieron fuego en el trasero, me ensoparon con baldes de lodo, me empujaron de las escaleras, me golpearon con mazos de cavernícolas y arreciaron mi cara a pastelazos. Cuando recobré el conocimiento estaba dentro de un cañón. El payaso “Cabrín” encendió la mecha.
“¡Bum!”
Cojeando y maltrecho, con arena en los ojos, pintura en la boca y dinamita en el culo, busqué a “Payaso 58” para darle cuentas de mi indignación, pero el desgraciado había desaparecido. Se acercó un hombre. Me dijo que yo era un payaso demasiado serio para ser payaso. Le expliqué las razones de mi seriedad. Incapaz de comprenderme, el hombre se burló.
—Usted exagera —me dijo—. No creo que sea tan doloroso. Yo soy capaz de soportar las mismas injurias por la mitad de lo que a usted le han pagado.
Comencé a maquillarlo.

Edwin Cuperes Vélez
Puerto Rico
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