miércoles, 20 de agosto de 2008

Los dedos en la llama


El alba se fragmenta
se levanta el sol
escudriñándolo todo
su tibio vaho se esparce deshojando el rocío
deshaciendo las perlas que ha inventado el follaje.
Todas las aves cantan
y el corazón del bosque se agita conmovido.


Los dedos en la llama
José Luis Domínguez
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2006

jueves, 14 de agosto de 2008

Sexy moños


Mi padre decía que aquello era una expropiación, pero yo sabia que se trataba de un robo. Ni siquiera sabía que significaba la palabra expropiación. Por un momento pensé ¿por qué no? ¿Por qué no es posible que las cosas sean así de fáciles? Sexy moños, sexy moños, Rebeca; sexy moños, sexy moños, Rebeca. Hacia por lo menos una semana que esa canción ocupaba la mitad de mis pensamientos. Y por otro lado siempre me avergonzaron los zapatos de mi padre, parecían dos pedazos de cartón, si por lo menos los hubiera boleado un par de veces. No es tan fácil, me decía, no esta fácil entrar en un supermercado y cambiar de zapatos, así como así, sin pagar. Estaba dividida. La sonrisa de mi padre, franca y amarillenta; el olor a tabaco de mi padre; el olor a sudor de mi padre; la virilidad de mi padre. Su mano en mi hombro, los dedos gordos y manchados de nicotina. Nada que ese hombre pudiera hacer era realmente malo.

El error del milenio
Daniel Espartaco
México, 2006
UDG. Pág. 19

lunes, 11 de agosto de 2008

Órdenes de amor


¡Ten piedad de nuestro amor
y cuídalo, oh Vida!
Carlos Pellicer


1

Amor mío, embellécete.
Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.

2

Amor mío, ampárame.
Una piedad sin sombra
de piedad es la vida. Sombra
de mi deseo, rosa de fuego.
Voy a tu lado, amor,
como un desconocido.
Y tú me das la dicha
y tú me das el pan,
la claridad del alba
y el frutal alimento,
dulce amor.

3

Amor mío, obedéceme:
ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo:
Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.
Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.

4

Amor mío, justifícame,
lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...
Amor mío.
Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.

5

Amor mío, encuéntrame.
Aislado estoy, sediento
de tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.
Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
Amor, amor-ternura,
amor-infierno,
desesperado amor.

6

Amor, despiértame
a la hora bendita, alucinada,
en que un hombre solloza
víctima de sí mismo y ábreme
las puertas de la vida.
Yo entraré silencioso
hasta tu corazón, manzana de oro,
en busca de la paz
para mi duelo. Entonces
amor mío, joven mía,
en ráfagas la dicha placentera
será nuestro universo.
Despiértame y espérame,
amoroso amor mío.

Efraín Huerta
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