domingo, 24 de mayo de 2009

Tu veneno

No puedo esconder lo que siento
se me escapa por la mirada
en cada parpadeo lento,
en un terremoto interno.

Se desliza por mi piel
en un temblor sudoroso,
en un hormiguero intenso
que pide a gritos tu veneno…
.
D.R. Flora Isela Chacón
.

sábado, 23 de mayo de 2009

Andar en tus ojos

No cierres tus puertas
a mis ojos de hierba
a mis manos de oruga,
déjame andar un camino
que no tenga fin.

Quiero tu respuesta
a mi cuerpo de arena
a mi sueño de luna,
no importa si luego el destino
te separa de mí.

Derechos reservados. Flora Isela Chacón
.

domingo, 17 de mayo de 2009

Táctica y estrategia

Adiós, Benedettí, mi táctica será recordarte...


Este domingo a los 88 años murió el escritor uruguayo Mario Benedetti, dejando tras de sí un gran legado literario. Descanse en paz

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé como
ni sé
con que pretexto
pero quedaremos en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé como
ni sé
con que pretexto
por fin
me necesites.

Mario Benedetti
.
.

lunes, 11 de mayo de 2009

Vuelve… otra vez

Aún estás a tiempo de decir lo siento, no volverá a ocurrir; los pensamientos de una denuncia o una huida se me están apagando como la luz del ojo derecho, que parece ya no ser parte de mi cara sino de mi mano.
Los tambores en mi pierna ya se volvieron sordos, ya ni los siento porque poco a poco me llenan el cuerpo completo, me nublan el cerebro, los recuerdos… ¿Cómo nunca pensé en esto? Pero es que el velo de novia tiene algo de embrujo, cierra la mente y nubla el corazón…
Todavía puedes volver y besarme el chichón de la frente; mojarme la cara con tu falso llanto y prometer un cambio; aún puedo creerte porque ni un vecino se ha asomado con el espanto en su cara a verificar los daños; nadie me ha dicho todavía que me vaya lejos donde se me olvide tu nombre y el del cinturón. Y no es que no lo haya presentido antes, pero ahora… ya no sé de mí, ya no pienso… ya no vivo… ya para qué… Otro golpe más y ya no te llamo, otro instante más y… me escapo para siempre… otra vuelta más de mi cabeza y ya no podré sostenerla…
Por eso… ahora puedes volver a mi lado y marearme de nuevo y llorar también… decir tus palabras falsas como tú. Pero si vuelves, por favor… no me beses los ojos para no verte; ni me aprietes... me duelen los senos y tú sabes lo que es eso…
Aunque me arde la mueca estúpida que me quedó después de la tunda, lo único a festejar ahora, sería ese golpe a la parte baja que alcancé a propinarte… si no fuera porque eso te hizo enojar mucho más…
¡Ay! ¿Por qué siempre hay alguien que debe perder? ¿No podemos los dos ganar, los dos perder… o perdernos? Y no, no te preocupes, no buscaremos culpables, sé que siempre tengo yo la culpa, lo que no sé es por qué la tengo yo…
Pero vuelve, amor, no te sientas mal como me siento yo ahora, esto se pasará como tantas otras veces, aunque ¿sabes?, ahora necesito comprender algunas cosas, claro… si no te molestas…
Ven y explícame por qué tanta saña contra alguien que reconcilió sus diferencias contigo sin importar juicios ni linchamientos; alguien que perdió el rumbo de la vida por tu pelo suelto y tus ojos claros; dime ¿cuándo se trastocó el sentido de la relación y te volviste un monstruo que llegó sin aviso? ¿Cómo cambió la casa hasta convertirse en un ring donde extraviamos la vida? ¿Por cuál camino se nos fue el amor hasta encontrarme en un rincón llorando sin poder levantarme? Pero sobre todo, dime, ¿dónde aprendiste, Elisa, a golpear como un macho?

.
.

domingo, 10 de mayo de 2009

¡Mamita!

“El espacio de la vida y la muerte” el título llena la hoja blanca como invitando a una meditación exhaustiva e inevitable, pero a esta hora y con este sueño, no logra llamar mi atención casi dormida. Si pudiera ni lo leería, pero debo corregir el libro como se llame y de lo que se trate.
En vano me acomodo en la soledad de la cocina, son las doce y estoy muy atrasada. Se oye un llanto… Es Alejandro. Aún no se duerme. Lo dejé un momento solo y de inmediato me gritó, ¿por qué tardará siempre tanto en conciliar el sueño? ¿Será por qué no quiere perder mi poco tiempo junto a él?
Egoístamente pienso en las muchas cosas por hacer, ni siquiera he cenado y él sigue con ese suave murmullo infantil del que no entiendo nada, haciendo remolinos por la cama revuelta, volteando la espalda y diciendo “Abásceme” mientras levanta su brazo izquierdo. Me recuerda a mi mamá, no le gustaba dormir frente a frente, siempre ordenaba “¡Voltéate para allá!” Porque decía que se robaba uno el aliento del otro. Eso sí, le gustaba dormir de cara a la ventana para robarle ella un poco de aire frío a la noche silente, buscando apaciguar su calor habitual.
Tal vez por eso, Alejandro no dura ni cinco minutos frente a mí, junta su cara a la mía, me da un beso y el calor lo aleja. Entonces se rasca la cabeza, se frota los ojos y confirmo su gran parecido con ella cuando era agobiada por el insomnio.
En la mesa de la cocina me esperan aún casi ochenta páginas por revisar; esta vez me ha tomado más tiempo del acostumbrado, más tiempo que robarle a Alex.
A mi mamá le daría risa verme hoy corrigiendo sueños ajenos y velando casi dormida el sueño de mi niño, siempre me decía: “Cuídamelo mucho, no te duermas si él no se duerme antes…” A veces es tan difícil cumplirlo…
Casi la una y apenas se ha quedado dormido luego de muchas vueltas y varios “Te amo, te queyo” con su vocecita leve, no sin antes conmoverme con un: “¿Qué hacemos, mamita?” Si supiera que antes hice la misma cuestión y todavía hoy sigo preguntando…
El texto sigue todavía en la página veintitrés, ¡tan joven y tan infame! y ese tema tan complejo: “La muerte en los rarámuri…” De nuevo llega el recuerdo de mamá. Esta vez ha dormido de frente y ha sido robado su aliento, sus pequeños ojos no se abrirán ya jamás, no ante mí, no como esa última noche suplicando el despido, cerrándose con total tranquilidad al recibir la muerte…
Alex se despierta llorando y gritando: “¡Mamita! ¡Mamita!” Tampoco a él le gusta quedarse solo en la inmensa cama, su emotivo llanto viene desde adentro como la vida, desde lejos como el recuerdo…
“¡Mamita! ¡Mamita!” Se escucha por los pasillos del hospital, es mi hermano desgarrando con su llanto hasta las sábanas de los enfermos en sus camas; nosotras en cambio, más cercanas, lloramos bajito lamentando más nuestra propia suerte que la de ella; los doctores irrumpen en un reconocimiento innecesario dando por terminado su expediente de dolor.
Mamá siempre señalaba la coincidencia de que en sus múltiples ocasiones de interna, a veces moría algún paciente cercano, el de al lado o el del cuarto de enfrente, “algún día me tocará a mí” decía, nosotros le respondíamos: “Ay, mamá, no hable de eso”, nos parecía algo tan lejano… Pero ese día se llegó demasiado pronto apoderándose del reloj ilegalmente hasta empalmarse con una noche gris y lluviosa. Una noche donde simplemente perdí a Alex, pues no recuerdo dónde estaba ni lo vi dando vueltas por hallarme luchando en distinguir el encendido de la plancha, buscando entre la ropa arrugada de mamá el atuendo preciso para ser el último en su vida; escogiendo zapatos, falda, ropa interior, demasiado interior… Y recibiendo de golpe entre el vapor, destellos de recuerdos antiguos y tiernos como en México cuando yo tenía apenas tres años y ella llegó de la clínica con mi hermana diciéndome: “!Mira lo que te traje!” o hace tres años cuando estuvo ahí conmigo acogiendo la vida, llamándole Alejandro…
El libro sugiere algo de la esencia de los muertos pero visto como un mito. Yo sé que es real, lo he sentido cuando la recuerdo mucho y me encuentro a alguien muy cercano a ella perdido ya entre los vaivenes de la memoria, o me pasa algo mágico como aquella vez que pensando en ella y sin relación alguna, vino a mi mente un pendiente por vencer al día siguiente. Por eso sé que está, porque mientras yo consuelo a Alex, siento el consuelo de ella como ráfagas de luminosa paz.
Esa misma paz transmitida en todo momento por ella, sobre todo en su última noche cuando con su escasa mirada dijo lo que no pudo con su voz; cuando dejé de recordar muy rápido por sentirme como en una película a blanco y negro con una historia distante, rodada en cámara muy lenta, cuando en la única escena del cuarto para las doce, súbitamente me llegó la soledad.
Sólo recuerdo haber dormido casi una hora, sin ver a Alex y luego de dar mil vueltas en una cama extraña clamando en silencio un abrazo cualquiera, teniendo enseguida a mi hermana que egoísta o demasiado cansada, escondía entre cobijas su propio dolor sin compartirlo conmigo, sin estirar un brazo ni recibirlo de mí…
Alex vuelve a llorar, ahora pide lechita entre su murmullo, se da una sola vuelta olvidándose ya del “Abásceme”, confiado en que a esa hora ya no lo dejaré.
El libro creció un poco y se detuvo en el último párrafo de la página cincuenta y cinco, donde mañana enmendaré una cacofonía en la frase final: “…la muerte es sólo cambio y nunca un fin; para nosotros es como un dormir y para ellos es empezar realmente a vivir…”

.
.

domingo, 3 de mayo de 2009

Digo que no puede decirse el amor


El amor se come como un pan,
se muerde como un labio,
se bebe como un manantial.

El amor se llora como a un muerto,
se goza como un disfraz.

El amor duele como un callo,
aturde como un panal,
y es sabroso como la uva de cera
y como la vida es mortal.

El amor no se dice con nada,
ni con palabras ni con callar.

Trata de decirlo el aire
y lo está ensayando el mar.

Pero el amante lo tiene prendido,
untado en la sangre lunar,
y el amor es igual que una brasa
y una espiga de sal.

La mano de un manco lo puede tocar,
la lengua de un mudo, los ojos de un ciego,
decir y mirar.

El amor no tiene remedio
y sólo quiere jugar.

Jaime Sabines
.
.

sábado, 2 de mayo de 2009

Misiva al mar


Querido Marcelo:


Tanto tiempo para decir nada, para sentir menos y para querer más; no te había escrito antes, lo sé, pero las palabras no se forzan, solitas salen y con mayor razón si se sienten motivadas por la guitarra de Silvio Rodríguez; así que fue esta noche y ahí voy... reencontrarte fue muy bueno y saberte ahí mucho más, que me recordaras fue increíble y recordarte imaginar otra vez, pero que me hablaras fue como no lo había sentido antes, como ya no recordaba que había sucedido más de una vez, porque ya el corazón no palpitaba de manera anormal, ya no era la loca queriendo salir corriendo de tanta emoción, por no saber qué decir o cómo hacerlo, más bien fue una emoción distinta, no menos grande, no menos placentera, pero sí diferente, qué quieres, así son las cosas cuando la distancia y el tiempo se enciman para entorpecerlo todo

Pero no es que no sienta nada, al contrario, es que ahora el sentimiento se ha reposado, como el vino cuando lo dejas en la mesa listo para beber, todo en calma y ya puedo decir la alegría de saberte del otro lado del teléfono a miles de kilómetros de distancia, pensando en mí y diciendo mi nombre, y siendo ahí un poquito por mí, un poquito para mí a pesar de todo


Es la nostalgia tal vez de aquellos tiempos, de aquellas cosas que sucedían y que ahora por más que queramos no tienen réplica ni para pelear, pero uno lo entiende y se conforma y se alegra, de verdad que sí, con lo poquito, aunque grande, que ahora pueda ser: un mensaje, un saludo, un besote, un reclamo, una llamada, algo pequeño, pero de gran valía. 

Para saber que sigues ahí, que seguimos ahí, con menos de aquello, con más de ahora, como sea, cuánto sea, pero qué felicidad tenerlo, qué alegría escucharte, qué poder tiene la voz de alguien querido para dejarnos temblando así, pensando así, sintiéndose así...

mi Marcelo, mi Mar, mi chileno tan lejano y a la vez tan cerquita, que casi puedo escucharte ahora mismo como aquella primera vez ...

Quién sabe que sea, y por qué ya no sea igual, pero lo que es ES y qué bueno que sea, qué bueno sentirte, escucharte y quedar así, con la pìel chinita

P.D. Te abrazo y te beso, no importa si tiene que ser con cubrebocas
.

.

viernes, 1 de mayo de 2009

Igual

Y cuando se dio cuenta ahí estaba de nuevo amarrada a él. Ni siquiera le habia dicho adiós o que ya no, simplemente se había alejado sin explicaciones ni canciones de despedida. Sólo fue que un día ya no contestó al teléfono ni la llamó. Ya no se asomó por la ventana para verla pasar. Pero lo había hecho antes, dos o tres veces. Y lo hacía de nuevo. Ella se juró no volver a llorarlo, ni a pensarlo, ni a decir todas las palabras cursis que se dicen cuando se acaba la miel. Pero una sola carcajada, una sola canción, una sola mirada y se fue de nuevo al pasado. Y cuando se dio cuenta ya estaba de nuevo sintiendo tanto por él. Sola. Igual.

.

De las cursis...


Por qué de nuevo el recuerdo
para qué otra vez pensar en ti
sólo fue suficiente escucharte
con esa canción de fondo
y ya de nuevo ahí voy otra vez

Maldita la hora penúltima
en que dijste de cerca mi nombre
en que creaste los sueños
en los que jamás creiste
en que estiraste la mano
y así, tan simple, me hiciste volar

Atrás se quedan los besos
y las noches tibias
atrás los anhelos
y todo aquello que ya no llegará

Sólo espero no verte tan pronto
ni hoy, ni mañana, ni ya nuncaaunque jamas será buen antídoto
que vivas tan cerca de mí...

.

Chihuahua en video