miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nocturna

Y vuelve a reinar ahora
aquella quietud serena.
Esparce la luna llena
su luz clara y soñadora,
hasta que nace la aurora
y pinta el cielo de grana,
y hermosea y engalana,
y el pájaro trina a coro,
y el sol bordado de oro,
viene a anunciar la mañana.

Miguel Hernández
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domingo, 20 de septiembre de 2009

La más bella

Con deleite se miró al espejo. Revisó el vestido, los accesorios, el peinado. “Fabulosa” se dijo. Con manos temblorosas tomó la corona y la ciñó a su cabeza. Toda la vida soñando con ser reina de belleza y ya con la corona y la banda puestas, repasó una vez más el gastado discurso: “Oh, estoy tan emocionada, no les fallaré”.
Lanzó besos al vacío y saludó a los fantasmas, justo al tiempo en que una figura imponente, fresca, rubia y escultural, entró y le recriminó: “Mamá, ¿de nuevo jugando con mi corona?”

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Flora Isela Chacón
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lunes, 24 de agosto de 2009

Nocturna



Subió el largo cierre de las botas y contempló su figura en el pedazo de espejo que aún pendía de la pared. Se puso unas gotas de perfume, se persignó, abrió la puerta y se entregó a la noche. Sus pisadas resonaron seguras a mitad de la calle. Nadie podría haber dicho que moría de miedo.

Flora Isela Chacón

Finalista del Concurso Internacional de Microficción Garzón Céspedes 2007
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miércoles, 5 de agosto de 2009

Nocturnos, oscuros...



Nunca como esta noche te sentí mío, sin serlo. Tu mirada me envolvió como un hule cristal y contigo no sentí miedo, fuimos como dos en uno, o como una parte de los dos siendo uno, seres extraños que se conforman con el devezencuando, seres nocturnos que sólo así pueden ser.

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lunes, 3 de agosto de 2009

Miedoso

Camino lentamente. No quiero llegar. Me falta el aire. No puede ser tan malo, me repito una y otra vez. Procuro ni mirarla. El sólo pensarla me da escalofríos. No imagino qué será después. Ella está desnuda. Me mira. Sé que está enojada. Su cara se transforma y yo quiero huir. Si tan sólo lo hubiera pensado más. La gente susurra. No se quiere ir. El circo es tan cómico como triste este minuto. Al fin llego. Digo que sí aunque quiero decir que nunca. Ella me mira otra vez. Se voltea. Ahora está vestida. Ahora está cercana. Ahora sé que esta era mi suerte desde siempre. Y que sólo es de nuevo, la misma pesadilla de casarme en una iglesia.

Flora Isela Chacón
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miércoles, 24 de junio de 2009

¡Extra, extra!



Ese domingo se levantó temprano para esperar los diarios que acompañaban su raquítico desayuno. Desde el momento en que vio pasar al voceador en completo silencio, el licenciado sintió algo extraño dentro de él, fue como un golpecito leve en el estomago que le hizo salir apresurado y a alcanzarlo. En la comodidad de la sala se aprestó a leer los tres periódicos que comparaba diariamente. Le gustaba estar muy bien informado y su computadora permanecía el día entero prendida esperando las noticias frescas del mundo.

Con verdadero terror vio que nada había en las páginas de papel revolución, ni por dentro ni afuera. "Con razón el voceador no gritó hoy las noticias", pensó. No había noticias. En las páginas sólo se apreciaban los bordes y las tablas, los espacios para los pies y los sumarios, sólo líneas diseñando nada. Buscó en todas las páginas, en los tres diarios y justo en ese momento la computadora se apagó. "¡Carajo! ¿Qué está pasando aquí? Se preguntaba mientras sentía otra vez el golpecito por dentro que ya no era tan leve, sino que poco a poco iba subiendo de intensidad hasta amordazarle la razón.

"¿Cómo puede ser que no haya noticias, si siempre pasa algo, siempre hay ejecutados, temblores, suicidios, marchas, una boda famosa de perdida, y ahora nada, pero cómo chingados puede ser esto posible?"

Temblando casi, llamó por teléfono a algunas agencias de noticias, pero fue inútil, en ninguna hubo alguien que contestara el teléfono y despejara sus dudas.
"Me quieren volver loco, esto no puede ser, aaahhh..."

La ofuscación que sentía le iba ganando por completo, sus músculos se tensaban provocándole un dolor intenso, a duras penas logró caminar hasta la PC sólo para tirar el teclado al no poder accionar los dedos engarrotados por el coraje y la decepción.

Sentado en la sala, respiraba fuerte, buscando una solución a aquel desgarriate, algo tenía que hacer, no podía permitir que esa locura le impidiera leer algo en el periódico, no ahora, después de dedicar casi 30 años de su vida a escribir para los diarios y en todos los temas porque su experiencia e imaginación, le habían permitido saber desde nota roja hasta espectáculos pasando por las notas editoriales que tanto trabajo le costaban y que odiaba en secreto, "nadie las lee, ¿para qué las escribo?" Hasta cartonista fue cuando no hubo quién lo hiciera, a todo se dedicó en cuando menos cinco periódicos de su ciudad, y hoy de esos cinco no recibía ni saludos.

"Claro, ya lo tengo." Una idea irracional se iba apoderando de todo su ser, con tanta pasión y furia que de pronto y sin saber explicárselo, pudo levantarse con una fuerza nueva que sólo podía surgirle de la sin razón.

Salió de su casa, pasando antes por la cocina y sin cerrar con llave.



Tres días después, en una celda fría esperaba ansioso que le llevaran las noticias. "Por favor, los periódicos, no quiero llamadas, sólo quiero que me presten todos los que salieron desde el lunes hasta hoy, completos si me hacen el favor."

En cuanto los tuvo, con sumo deleite se sentó en el suelo, como anticipando una excelsa ceremonia, abrió las páginas y comenzó a leer:

"Viola licenciado a una menor"
"Saquean casa-habitación de excomentarista"
"Atropella a varios participantes de una marcha"
"Irrumpe en su antiguo empleo, se lleva hasta las hojas"
"Ejecutan a reconocido abogado, sospechan de su mejor amigo"
"Atacado por una pandilla, licenciado pierde los dientes"
"Explosión en residencia, se presume una fuga de gas"
"Prisionero, afamado periodista"

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lunes, 22 de junio de 2009

Si te miro…


Sentadas en la mejor mesa del lugar, las amigas esperaban desde muy temprano su turno al acecho, el trámite de cada noche. Ella vestida de manera sencilla; apenas peinada diferente sólo para no sentirse tan mal, un poco de brillo en los labios sólo para no sentirlos secos, disfrutaba de un momento que nada tenía de especial. Las otras, presumidas, se estiraban, se arreglaban el cabello, el escote, las mangas, la minifalda; pero a ella todo eso le importaba casi nada, no le quitaba el sueño si la veían mal o bien, tan sólo estaba ahí como estar en cualquier otro lugar, así de simple y natural, provocando la secreta envidia de las que se sentían mejores que ella, pero que no podían soportar salir del lugar sin compañía.
Él, asiduo al lugar, camisa blanca y pantalón negro, todas las semanas tenía una cita con el baile y la música, y nunca le faltaba compañera. Esa noche de entre todas sus posibilidades, él había escogido precisamente a la única que no lo iba a rechazar, a la del pantalón aburrido y el escote en las anginas.
Ella no pudo verle los ojos cuando él le extendió la mano para sacarla a bailar, pero más que una invitación fue casi un mandato. Los lentes oscuros estaban tan fuera de lugar como misteriosos, pero la sonrisa amplia la convenció. Qué importa si esta loco –pensó—por lo menos ya no me quedaré sentada y de paso, éstas se morirán de envidia.
En cuanto salieron a la pista se amoldaron uno al otro, los demás desaparecieron y ella se dio cuenta de que era muy diestro para bailar, pero sí le sorprendió de que de vez en cuando codearan con las otras parejas y siempre pidiera perdón.
Mientras bailaba, la hacía reír y le dedicaba canciones de amor, la persuadió de irse a “un lugar mejor donde sea nada más para ti, ¿no te gustaría?” Uy, cómo no, pensó ella, claro que voy. “Pero a otro lugar no, mejor vamos a mi casa”, le dijo. ¿Vives sola? –le preguntó él.
–Sí –dijo ella-- ¿por qué?
–Porque la soledad es la mejor compañía para una mujer hermosa
–Ay, no inventes –le replicó- ¿que no me ves o qué?
–Es en serio, no necesito mirarte para saber que tú lo disfrutas así –dijo él, mientras la apretaba aún más contra él.
Trenzados en un beso entraron a la casa, antes de quitarse los lentes él le pidió que apagara la luz, “para verte sólo con mis manos” y le ofreció el rostro para que ella lo viera por completo, antes de suplicarle “bésame los ojos”.
Y ella le besó no sólo la vista si no hasta el corazón. Probó cada centímetro de esa piel desconocida, suave y sin olor. Lo hizo suyo más que al contrario. Se sentía como agradecida de que él se hubiera ido con ella y no con una de sus acompañantes. “Conseguí a alguien”, pensó con los ojos cerrados, mientras saboreaba cada parte de ese ser cuyo nombre no sabía, ni investigó, pero le llamó ángel: “eres como un ángel que me ha iluminado entre mi soledad” le susurró, al tiempo que él curvaba una leve sonrisa de ternura. Entonces se afanó aún más en hacerla sentir bella y mujer, mujer plena sin distingos de belleza o rigidez.
Le midió cada poro de su cuerpo, conociéndola a través de su tacto y su gusto, recorriéndole no sólo la piel sino el ser completo, haciéndola suya como a una joya, rindiéndole pleitesía como a una reina. Mi reina –le decía en un susurro— me quedaría para siempre entre tus axilas. Sería siempre tu ángel si no necesitara yo el mío propio.
-Oh, ángel, mi ángel, podría besarte toda la noche para evitar que el sol te apartara de mí.
Besos y caricias, suspiros y sueños se hicieron eternos en esa noche, llena de frases que por primera vez ella pronunció y recibió, embelesada en ese ángel que sólo deseaba mirarla.
Pasaron la noche más larga que recordaran hasta que, ya casi de mañana, una alarma en el reloj de él le hizo salir casi huyendo, no sin antes darle un beso y ponerse sus lentes.
Ella todavía se quedó un rato en la cama, en medio de un sueño con su ángel nuevo, a pesar de que ni siquiera su nombre supo ni menos dónde localizarlo otra vez.
Esa noche se había sentido la mujer más bella del planeta, ese ángel la había hecho sentirse valorada y por lo mismo inmensamente feliz, como no había pedido nunca ser, que ni siquiera le importó cuando se asomó a la ventana y lo vio cruzar el parque ayudado de un bastón.

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jueves, 18 de junio de 2009

Fin de lluvia

Y lloviznaban gotas de silencio…
López Velarde


"…Seguiremos informando sobre este tremendo accidente automovilístico…" Prometía aquel locutor radial. Regina apagó la radio, le molestaba oír malas noticias, además no deseaba atemorizarse en medio de aquella soledad de la cuarta noche de junio.
Buscando una distracción, comenzó a recordar el día cuando conoció a Andrés y la forma suya de convencerla de un noviazgo, con esa presencia tan plena y segura. Y así, segura y un poco presurosa, abordando a las ocho en punto el último tren que llegó a su estación, se casó tres años atrás con aquel hombre mayor y sereno, adicto al trabajo y a las novelas de misterio; fue su boda como en aquellos cuentos leídos cuando era niña donde la novia vestía como princesa de un carnaval. El vestido blanco parecía burlarse de ella desde los encajes y los moños, haciéndole cosquillas entre sus costuras y sus fondos; la gran recepción había sido más un desfile de modas caducas que la celebración de tal descalabro en su vida y Andrés pasó la noche entera entregado a un debate político entre los brindis y algún canapé; aun así, enamorada hasta el agobio, intercambió sortijas y quimeras, al tiempo que escondió temores y manías.
Andrés, por su parte, se casó pensando en una salida fácil a su ya desgastada soltería, pues no quería pasar el resto de su vida lamentando la soledad y sintiéndose vacío en aquel enorme caserón revestido de antigüedades y objetos absurdos heredados de algún lejano tío. Así que al conocer a Regina, sin meditarlo y contagiado de su jovialidad y franqueza, inició su tardía vida marital con aquella fascinante mujer de cabellos negros y mirada de abismo, armoniosa, madura y sin complejos, a quien nunca le dolía la cabeza ni le ruborizaban las fantasías. Ocupada en una de ellas estaba, cuando de pronto la imponente casa quedó en penumbras, pues la luz asistía a un congreso de antiguas utopías mientras el cielo se desahogaba de todas sus congojas; solamente destellaban luces furtivas dotando de vida a los muebles que divertidos jugaban el ajedrez de la muerte. Afuera, el aguacero en turbia sociedad con el viento, azotaba tremendamente haciendo trepidar puertas y ventanas, moviendo plantas y árboles en una danza macabra donde la ficción sonsacaba a la realidad. Aunque luchaba contra ello, Regina comenzó a tiritar desconsolada llena de un pavor inexplicable. Como de costumbre, Andrés había partido al amanecer hacia el trabajo y aún no volvía.
Sentada en sillón de sueños no quería moverse por una lámpara, cualquier movimiento le resultaba innecesario y peligroso, así pues, muda y oscura continuó con su espera…
Tan absorta estaba tratando de convencerse a sí misma de lo inútil de su aprensión, que sin darse cuenta, de pronto sintió a Andrés cerca de ella abrazándola, besando sus palpitantes labios de nieve, infundiéndole una placidez inmediata. Confiada se apretó a su esposo en cálido abrazo, enterrando su cara en el robusto pecho masculino para no ver más los relámpagos que iluminaban el salón, y caprichosos la envolvían reteniéndola en un instante estático e infinito.
Se dejó levantar en sus fuertes brazos, se acurrucó y en silencio fue conducida a la habitación, donde finalmente desaparecería su inquietud y ya no tendría miedo, pues ya no estaba sola.
Como en un reencuentro de amores descarriados, él se portaba más caballero que nunca y menos macho; era su hombre y ya lo comenzaba a sentir bajo sus pantalones. Acunados por la intensa lluvia e iluminados sólo en momentos por la inoportuna luz de los rayos que les dibujaba en la piel tatuajes fantasmales, se entregaron ya sin frenos, a sus cuerpos, a su amor.
Andrés ingresó en su historia como ninguna otra vez en su corto matrimonio, preparó el terreno lento, suavemente, esperando el momento preciso del abandono del miedo y el arribo del placer; abrigó su desnudez con exquisitas caricias de cerezas dulces que Regina desconoció, mientras rememoró y agradeció el salvajismo de los primeros días. Le imprimió sus huellas de león festivo saboreando en cada mordida su carne y sus contornos; besó su espléndida silueta de punta a punta, sin olvidar detalles pares y tesoros nones, midiendo el tiempo justo de sus paradas en cada palmo de piel, en cada descanso obligado de tan sublime anatomía; arrojando a su oreja impúdicas palabras y tempranas despedidas que ella recibió sorprendida, pero extravió bailando en aturdido desfile de mimos y besos, de conjuros y suspiros. Andrés logró de ella, una y otra vez, el festejo arrebatado y desmedido de su entrega; la repetición sucesiva del eterno embeleso; impidiendo así, que ella reparara en aquella impresionante frialdad de su cuerpo; estacionado para siempre en la medianoche de sus ojos brujos, perdido sin remedio en la lluvia de su sexo insaciable.
La mañana la sorprendió nuevamente sola, con sus pardas sábanas húmedas de dulce pena, impregnada de un extraño olor a fresas podridas, con un sabor amargo y una ligera llovizna platicando en su ventana. Desde su letargo lo llamó apremiante, pero al no obtener respuesta, se levantó y, vistiendo solamente su bata, bajó las escaleras esperando encontrarlo en la cocina ya listo para trabajar, como otras veces tomando café, sin embargo, ahí no había rastros de su presencia.
Justo en aquel instante, como un chispazo, Regina recordó la silenciosa llegada de Andrés; la lluvia de algún modo le habría impedido escuchar el coche, la cerradura, los pasos; pero aún así debió haber visto las luces del automóvil por el gran ventanal, frente al que se sentó a esperarlo.
Como en un dejà vu siniestro, sintió de nuevo el frío aliento de su esposo que la había sorprendido sólo por un pequeño instante antes de olvidarlo en sus brazos; corrió entonces hacia la recámara y con espanto notó la ausencia de las ropas de Andrés que ella misma ayudó a tirar, preguntándose hasta ese momento, cómo habría podido evitar empaparse antes de entrar a la casa. Pálida y sorda por el retumbo angustiante en su pecho, bajó de nuevo las escaleras sin notar que su bata había caído; salió a la calle buscando el coche, pero éste tampoco estaba ahí.
Entonces lo encontró: ensopado al pie de su puerta, en el matutino a colores en primera plana y a cuatro columnas, vagabundo de la vida, accidentado en su desventura.
Regina cayó pues sin sentido en un laberinto de mágica locura e imposibles muros, vestida únicamente con los besos de Andrés, cubierta de mar hasta el esqueleto, perdida para siempre en el embrujo de un sueño real...
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sábado, 13 de junio de 2009

Es el silencio que hoy sí...

No son los metros
que se convierten en kilómetros
y en miles que se han acumulado
entre vos y yo.

Es el silencio
que hoy sí...
se hace distancia.

Antes tardío y solidario
hoy se ha convertido en grito...

Nunca contra ti
que todo lo das...
Y paradójico;
ni contra mí
que todo lo di...

Sufro con este dolor
que se agarra a mi cuerpo
y emerge de lo más hondo
como alien desconocido.

Sólo que en mi caso
sé de dónde viene
y hacia dónde va...
viene de adentro y
va a perderse en el infinito...

Rogelio Coto Alfaro

Costa Rica
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domingo, 24 de mayo de 2009

Tu veneno

No puedo esconder lo que siento
se me escapa por la mirada
en cada parpadeo lento,
en un terremoto interno.

Se desliza por mi piel
en un temblor sudoroso,
en un hormiguero intenso
que pide a gritos tu veneno…
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D.R. Flora Isela Chacón
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sábado, 23 de mayo de 2009

Andar en tus ojos

No cierres tus puertas
a mis ojos de hierba
a mis manos de oruga,
déjame andar un camino
que no tenga fin.

Quiero tu respuesta
a mi cuerpo de arena
a mi sueño de luna,
no importa si luego el destino
te separa de mí.

Derechos reservados. Flora Isela Chacón
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domingo, 17 de mayo de 2009

Táctica y estrategia

Adiós, Benedettí, mi táctica será recordarte...


Este domingo a los 88 años murió el escritor uruguayo Mario Benedetti, dejando tras de sí un gran legado literario. Descanse en paz

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé como
ni sé
con que pretexto
pero quedaremos en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé como
ni sé
con que pretexto
por fin
me necesites.

Mario Benedetti
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lunes, 11 de mayo de 2009

Vuelve… otra vez

Aún estás a tiempo de decir lo siento, no volverá a ocurrir; los pensamientos de una denuncia o una huida se me están apagando como la luz del ojo derecho, que parece ya no ser parte de mi cara sino de mi mano.
Los tambores en mi pierna ya se volvieron sordos, ya ni los siento porque poco a poco me llenan el cuerpo completo, me nublan el cerebro, los recuerdos… ¿Cómo nunca pensé en esto? Pero es que el velo de novia tiene algo de embrujo, cierra la mente y nubla el corazón…
Todavía puedes volver y besarme el chichón de la frente; mojarme la cara con tu falso llanto y prometer un cambio; aún puedo creerte porque ni un vecino se ha asomado con el espanto en su cara a verificar los daños; nadie me ha dicho todavía que me vaya lejos donde se me olvide tu nombre y el del cinturón. Y no es que no lo haya presentido antes, pero ahora… ya no sé de mí, ya no pienso… ya no vivo… ya para qué… Otro golpe más y ya no te llamo, otro instante más y… me escapo para siempre… otra vuelta más de mi cabeza y ya no podré sostenerla…
Por eso… ahora puedes volver a mi lado y marearme de nuevo y llorar también… decir tus palabras falsas como tú. Pero si vuelves, por favor… no me beses los ojos para no verte; ni me aprietes... me duelen los senos y tú sabes lo que es eso…
Aunque me arde la mueca estúpida que me quedó después de la tunda, lo único a festejar ahora, sería ese golpe a la parte baja que alcancé a propinarte… si no fuera porque eso te hizo enojar mucho más…
¡Ay! ¿Por qué siempre hay alguien que debe perder? ¿No podemos los dos ganar, los dos perder… o perdernos? Y no, no te preocupes, no buscaremos culpables, sé que siempre tengo yo la culpa, lo que no sé es por qué la tengo yo…
Pero vuelve, amor, no te sientas mal como me siento yo ahora, esto se pasará como tantas otras veces, aunque ¿sabes?, ahora necesito comprender algunas cosas, claro… si no te molestas…
Ven y explícame por qué tanta saña contra alguien que reconcilió sus diferencias contigo sin importar juicios ni linchamientos; alguien que perdió el rumbo de la vida por tu pelo suelto y tus ojos claros; dime ¿cuándo se trastocó el sentido de la relación y te volviste un monstruo que llegó sin aviso? ¿Cómo cambió la casa hasta convertirse en un ring donde extraviamos la vida? ¿Por cuál camino se nos fue el amor hasta encontrarme en un rincón llorando sin poder levantarme? Pero sobre todo, dime, ¿dónde aprendiste, Elisa, a golpear como un macho?

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domingo, 10 de mayo de 2009

¡Mamita!

“El espacio de la vida y la muerte” el título llena la hoja blanca como invitando a una meditación exhaustiva e inevitable, pero a esta hora y con este sueño, no logra llamar mi atención casi dormida. Si pudiera ni lo leería, pero debo corregir el libro como se llame y de lo que se trate.
En vano me acomodo en la soledad de la cocina, son las doce y estoy muy atrasada. Se oye un llanto… Es Alejandro. Aún no se duerme. Lo dejé un momento solo y de inmediato me gritó, ¿por qué tardará siempre tanto en conciliar el sueño? ¿Será por qué no quiere perder mi poco tiempo junto a él?
Egoístamente pienso en las muchas cosas por hacer, ni siquiera he cenado y él sigue con ese suave murmullo infantil del que no entiendo nada, haciendo remolinos por la cama revuelta, volteando la espalda y diciendo “Abásceme” mientras levanta su brazo izquierdo. Me recuerda a mi mamá, no le gustaba dormir frente a frente, siempre ordenaba “¡Voltéate para allá!” Porque decía que se robaba uno el aliento del otro. Eso sí, le gustaba dormir de cara a la ventana para robarle ella un poco de aire frío a la noche silente, buscando apaciguar su calor habitual.
Tal vez por eso, Alejandro no dura ni cinco minutos frente a mí, junta su cara a la mía, me da un beso y el calor lo aleja. Entonces se rasca la cabeza, se frota los ojos y confirmo su gran parecido con ella cuando era agobiada por el insomnio.
En la mesa de la cocina me esperan aún casi ochenta páginas por revisar; esta vez me ha tomado más tiempo del acostumbrado, más tiempo que robarle a Alex.
A mi mamá le daría risa verme hoy corrigiendo sueños ajenos y velando casi dormida el sueño de mi niño, siempre me decía: “Cuídamelo mucho, no te duermas si él no se duerme antes…” A veces es tan difícil cumplirlo…
Casi la una y apenas se ha quedado dormido luego de muchas vueltas y varios “Te amo, te queyo” con su vocecita leve, no sin antes conmoverme con un: “¿Qué hacemos, mamita?” Si supiera que antes hice la misma cuestión y todavía hoy sigo preguntando…
El texto sigue todavía en la página veintitrés, ¡tan joven y tan infame! y ese tema tan complejo: “La muerte en los rarámuri…” De nuevo llega el recuerdo de mamá. Esta vez ha dormido de frente y ha sido robado su aliento, sus pequeños ojos no se abrirán ya jamás, no ante mí, no como esa última noche suplicando el despido, cerrándose con total tranquilidad al recibir la muerte…
Alex se despierta llorando y gritando: “¡Mamita! ¡Mamita!” Tampoco a él le gusta quedarse solo en la inmensa cama, su emotivo llanto viene desde adentro como la vida, desde lejos como el recuerdo…
“¡Mamita! ¡Mamita!” Se escucha por los pasillos del hospital, es mi hermano desgarrando con su llanto hasta las sábanas de los enfermos en sus camas; nosotras en cambio, más cercanas, lloramos bajito lamentando más nuestra propia suerte que la de ella; los doctores irrumpen en un reconocimiento innecesario dando por terminado su expediente de dolor.
Mamá siempre señalaba la coincidencia de que en sus múltiples ocasiones de interna, a veces moría algún paciente cercano, el de al lado o el del cuarto de enfrente, “algún día me tocará a mí” decía, nosotros le respondíamos: “Ay, mamá, no hable de eso”, nos parecía algo tan lejano… Pero ese día se llegó demasiado pronto apoderándose del reloj ilegalmente hasta empalmarse con una noche gris y lluviosa. Una noche donde simplemente perdí a Alex, pues no recuerdo dónde estaba ni lo vi dando vueltas por hallarme luchando en distinguir el encendido de la plancha, buscando entre la ropa arrugada de mamá el atuendo preciso para ser el último en su vida; escogiendo zapatos, falda, ropa interior, demasiado interior… Y recibiendo de golpe entre el vapor, destellos de recuerdos antiguos y tiernos como en México cuando yo tenía apenas tres años y ella llegó de la clínica con mi hermana diciéndome: “!Mira lo que te traje!” o hace tres años cuando estuvo ahí conmigo acogiendo la vida, llamándole Alejandro…
El libro sugiere algo de la esencia de los muertos pero visto como un mito. Yo sé que es real, lo he sentido cuando la recuerdo mucho y me encuentro a alguien muy cercano a ella perdido ya entre los vaivenes de la memoria, o me pasa algo mágico como aquella vez que pensando en ella y sin relación alguna, vino a mi mente un pendiente por vencer al día siguiente. Por eso sé que está, porque mientras yo consuelo a Alex, siento el consuelo de ella como ráfagas de luminosa paz.
Esa misma paz transmitida en todo momento por ella, sobre todo en su última noche cuando con su escasa mirada dijo lo que no pudo con su voz; cuando dejé de recordar muy rápido por sentirme como en una película a blanco y negro con una historia distante, rodada en cámara muy lenta, cuando en la única escena del cuarto para las doce, súbitamente me llegó la soledad.
Sólo recuerdo haber dormido casi una hora, sin ver a Alex y luego de dar mil vueltas en una cama extraña clamando en silencio un abrazo cualquiera, teniendo enseguida a mi hermana que egoísta o demasiado cansada, escondía entre cobijas su propio dolor sin compartirlo conmigo, sin estirar un brazo ni recibirlo de mí…
Alex vuelve a llorar, ahora pide lechita entre su murmullo, se da una sola vuelta olvidándose ya del “Abásceme”, confiado en que a esa hora ya no lo dejaré.
El libro creció un poco y se detuvo en el último párrafo de la página cincuenta y cinco, donde mañana enmendaré una cacofonía en la frase final: “…la muerte es sólo cambio y nunca un fin; para nosotros es como un dormir y para ellos es empezar realmente a vivir…”

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domingo, 3 de mayo de 2009

Digo que no puede decirse el amor


El amor se come como un pan,
se muerde como un labio,
se bebe como un manantial.

El amor se llora como a un muerto,
se goza como un disfraz.

El amor duele como un callo,
aturde como un panal,
y es sabroso como la uva de cera
y como la vida es mortal.

El amor no se dice con nada,
ni con palabras ni con callar.

Trata de decirlo el aire
y lo está ensayando el mar.

Pero el amante lo tiene prendido,
untado en la sangre lunar,
y el amor es igual que una brasa
y una espiga de sal.

La mano de un manco lo puede tocar,
la lengua de un mudo, los ojos de un ciego,
decir y mirar.

El amor no tiene remedio
y sólo quiere jugar.

Jaime Sabines
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sábado, 2 de mayo de 2009

Misiva al mar


Querido Marcelo:


Tanto tiempo para decir nada, para sentir menos y para querer más; no te había escrito antes, lo sé, pero las palabras no se forzan, solitas salen y con mayor razón si se sienten motivadas por la guitarra de Silvio Rodríguez; así que fue esta noche y ahí voy... reencontrarte fue muy bueno y saberte ahí mucho más, que me recordaras fue increíble y recordarte imaginar otra vez, pero que me hablaras fue como no lo había sentido antes, como ya no recordaba que había sucedido más de una vez, porque ya el corazón no palpitaba de manera anormal, ya no era la loca queriendo salir corriendo de tanta emoción, por no saber qué decir o cómo hacerlo, más bien fue una emoción distinta, no menos grande, no menos placentera, pero sí diferente, qué quieres, así son las cosas cuando la distancia y el tiempo se enciman para entorpecerlo todo

Pero no es que no sienta nada, al contrario, es que ahora el sentimiento se ha reposado, como el vino cuando lo dejas en la mesa listo para beber, todo en calma y ya puedo decir la alegría de saberte del otro lado del teléfono a miles de kilómetros de distancia, pensando en mí y diciendo mi nombre, y siendo ahí un poquito por mí, un poquito para mí a pesar de todo


Es la nostalgia tal vez de aquellos tiempos, de aquellas cosas que sucedían y que ahora por más que queramos no tienen réplica ni para pelear, pero uno lo entiende y se conforma y se alegra, de verdad que sí, con lo poquito, aunque grande, que ahora pueda ser: un mensaje, un saludo, un besote, un reclamo, una llamada, algo pequeño, pero de gran valía. 

Para saber que sigues ahí, que seguimos ahí, con menos de aquello, con más de ahora, como sea, cuánto sea, pero qué felicidad tenerlo, qué alegría escucharte, qué poder tiene la voz de alguien querido para dejarnos temblando así, pensando así, sintiéndose así...

mi Marcelo, mi Mar, mi chileno tan lejano y a la vez tan cerquita, que casi puedo escucharte ahora mismo como aquella primera vez ...

Quién sabe que sea, y por qué ya no sea igual, pero lo que es ES y qué bueno que sea, qué bueno sentirte, escucharte y quedar así, con la pìel chinita

P.D. Te abrazo y te beso, no importa si tiene que ser con cubrebocas
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viernes, 1 de mayo de 2009

Igual

Y cuando se dio cuenta ahí estaba de nuevo amarrada a él. Ni siquiera le habia dicho adiós o que ya no, simplemente se había alejado sin explicaciones ni canciones de despedida. Sólo fue que un día ya no contestó al teléfono ni la llamó. Ya no se asomó por la ventana para verla pasar. Pero lo había hecho antes, dos o tres veces. Y lo hacía de nuevo. Ella se juró no volver a llorarlo, ni a pensarlo, ni a decir todas las palabras cursis que se dicen cuando se acaba la miel. Pero una sola carcajada, una sola canción, una sola mirada y se fue de nuevo al pasado. Y cuando se dio cuenta ya estaba de nuevo sintiendo tanto por él. Sola. Igual.

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De las cursis...


Por qué de nuevo el recuerdo
para qué otra vez pensar en ti
sólo fue suficiente escucharte
con esa canción de fondo
y ya de nuevo ahí voy otra vez

Maldita la hora penúltima
en que dijste de cerca mi nombre
en que creaste los sueños
en los que jamás creiste
en que estiraste la mano
y así, tan simple, me hiciste volar

Atrás se quedan los besos
y las noches tibias
atrás los anhelos
y todo aquello que ya no llegará

Sólo espero no verte tan pronto
ni hoy, ni mañana, ni ya nuncaaunque jamas será buen antídoto
que vivas tan cerca de mí...

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jueves, 30 de abril de 2009

Cuando tú nazcas

Cuando tú nazcas abre los ojos
toma la vida, es para ti
un mundo entero para que juegues
para que crezcas libre y feliz
todo un planeta entre tus manos
cuando tú vueles fuera de mí

Cuando tú nazcas ojala puedas ver el sol
y si aún existe el mar tan azul como duerme hoy
y que la lluvia
salte pura sobre tu piel
que aún sople el viento
y que juegues con él
y que la nieve
caiga blanca por Navidad
cuando tú nazcas
que tú nazcas en paz

Ojala que puedas conocer
los veranos que he vivido yo
y esos libros viejos que guardé
pensando en ti, hijo mío
que los bosques sigan donde están
que aún exista el dulce olor a pan
ojala que quede para ti un mundo como el mío
que la luna siga siempre ahí
vuelen las estrellas sobre ti
ojala te quede todavía un mundo como el mío.


Mocedades
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miércoles, 29 de abril de 2009

Hasta mañana

Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja

para la muerte, que es su pobre dueño
la voluntad suspende su latido
y yo me siento lejos, tan pequeño

que a Dios invoco, pero no le pido nada,
con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido

por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?

Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.

No me lo digan cuando me despierte.

Mario Benedetti
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martes, 28 de abril de 2009

Payaso 59

Era un payaso demasiado serio para ser payaso. Yo, que acababa de ver la función, se lo dije. Mostrando su sombrero maltrecho y sus pantalones tachonados de trapos, “Payaso 58” me indicó que él era un payaso del género vagabundo, es decir, el payaso amargado que es víctima de innumerables calamidades tendientes a hacer reír a un público exigente. “¿Cómo es posible que pueda yo reír siendo objeto de tanto ultraje?”, me preguntó malhumorado, con sus ojos anegados de llanto y buscando en mí alguna comprensión.
—Usted exagera —le dije—. No creo que sea tan doloroso. Yo soy capaz de soportar las mismas injurias por la mitad de lo que a usted le han pagado.
Para mi sorpresa, “Payaso 58” aceptó mi desafío y comenzó a maquillarme.
A la hora de la función salí a ejecutar las divertidas tareas tan mal tomadas por el cobarde “Payaso 58”. Fue un ataque despiadado: me prendieron fuego en el trasero, me ensoparon con baldes de lodo, me empujaron de las escaleras, me golpearon con mazos de cavernícolas y arreciaron mi cara a pastelazos. Cuando recobré el conocimiento estaba dentro de un cañón. El payaso “Cabrín” encendió la mecha.
“¡Bum!”
Cojeando y maltrecho, con arena en los ojos, pintura en la boca y dinamita en el culo, busqué a “Payaso 58” para darle cuentas de mi indignación, pero el desgraciado había desaparecido. Se acercó un hombre. Me dijo que yo era un payaso demasiado serio para ser payaso. Le expliqué las razones de mi seriedad. Incapaz de comprenderme, el hombre se burló.
—Usted exagera —me dijo—. No creo que sea tan doloroso. Yo soy capaz de soportar las mismas injurias por la mitad de lo que a usted le han pagado.
Comencé a maquillarlo.

Edwin Cuperes Vélez
Puerto Rico
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lunes, 27 de abril de 2009

Notas en papel verde



El pañuelo mamá, páseme el pañuelo para sujetarle la mandíbula. Tiene que estar por ahí, rápido, deje de llorar y ayúdeme, que yo no puedo sola. Su cuerpo pesa más de lo que creía, aunque perdió esos gramos que dicen se pierden cuando se escapa el alma. Ya no respira, ya no es él, ya no… Arrégleselas, no me pida que haga otra vez lo que usted no puede hacer, le dije que era la última vez. Y ahora está con eso de la nostalgia, de los nunca más. Nunca más plancharle la ropa, nunca más lavarla, ni esperarlo con la comida caliente. Pobre mamá, qué hará ahora con tanto tiempo en soledad, en esta casa llena de sonidos del pasado de los dos. Cómo me dice. Sí, le vestiré con su chaleco gris para que no sienta frío en esa fosa oscura, le acomodaré la cabeza con su cojín preferido, al que usted le bordó sus iniciales. No se preocupe, no voy a quitarle nada, le pondré el pantalón sobre el pijama, no veré más de lo que una hija puede ver. Sí, se va a incomodar, ya lo sé y nos dejará esas notas extrañas, pegadas en la puerta, con instrucciones escritas cuidadosamente, con su exagerada caligrafía. Las órdenes para el día, todos los días, de esos cuarenta años juntos, en los inconfundibles papelitos verdes. No olvidar corregir el minutero del reloj cucú del abuelo, porque pierde dos minutos cada hora y entonces cuando toque a la puerta después de ocho horas fuera de casa, justo a las seis de la tarde, tendrá que esperar 16 minutos antes de que le abramos y enfurecido nos enrostrará nuestra falta de disciplina. Que dispongamos los periódicos según la noticia de más relevancia del día, que tengamos las cortinas cerradas del estudio y las ventanas abiertas y pongamos el mosquitero en su lugar, para que respire aire fresco cuando se siente a revisar la correspondencia que debemos retirar de la casilla antes de las tres de la tarde y que luego debemos dejar en el lado superior izquierdo del escritorio, porque al lado derecho van sus anteojos de lectura, justo arriba de los habituales que él dejará más abajo, cuando a las seis y treinta termine de beber su tazón de té. Qué me dice mamá. Qué ha dicho. Cuál ha sido su último suspiro. Para quién la última mirada. No lo sé, ni me importa. No me importó antes, menos ahora. Ahora es su bulto usted sabrá lo que debe hacer con él. Él se lo dirá. Por supuesto, él se lo dirá mañana, porque hoy piensa quedarse a su lado, como siempre, toda la noche para no sentirse tan desvalida, con el papelito verde para el día, que retiró a la hora indicada, dejando al descubierto el espacio deslavado en la puerta envejecida. Toda la noche mamá, sintiendo el olor a humedad que toman los cuerpos cuando mueren, las extremidades frías. Para qué le puso el guatero sobre los pies. Él se lo pidió. Cuando mamá. Cómo, si ya se huele su olor a hongos. Vea, los microorganismos lo cubren, crecen, brotan, rápidamente sobre esa piel sin color. La infectarán a usted también mamá, salga de ahí. Que siente qué. Pena. Pero, si usted siempre hablaba con tanto resentimiento sobre su vida, de haber perdido su libertad tan joven, con este hombre tan autoritario, porque no tenía más opciones y aceptó sin reclamar su triste realidad y cuando yo llegué sólo empeoré las cosas, todo se terminó para usted siendo tan joven y se dedicó a seguir una a una las instrucciones en esta casa tan oscura. Pero si usted me lo pidió, no se arrepienta ahora. Me pidió como siempre que arreglara las cosas y acepté, pero le dejé bien claro que sería la última vez. Y entonces, preparé la dosis exacta con ese líquido rojo. Unas gotas bastarán me dijo el individuo y nadie podrá comprobarlo. No sería problema, como estaba mal del corazón sólo adelantaría el deceso. Ya venga a ayudarme mamá, todavía falta… qué trae entre sus manos. Otro papelito verde, imposible. Le indica cómo debe vestirlo y dónde encontrará el cheque para la funeraria, que acaba de llegar y usted no los llamó y yo tampoco. No tiemble mamá, no puede ser no ve que este muerto está bien muerto hace ya varias horas. El encargado dice que fue la voz de un hombre quien le llamó, una voz profundamente ronca, como la de él. Que revisó el escritorio y ahí está el cheque, junto a los dos pares de anteojos. Pero cómo puede ser mamá, si uno de ellos se quebró en su mano en el momento del infarto. Que levante la vista y lea ese nuevo papelito verde que apareció sujeto en la puerta y que usted trae temblando entre sus manos y con su cuidada caligrafía nos ordena una vez más… que le pongamos el pañuelo de seda gris, que dejó junto al último tazón de té que le serví durante la tarde.


Elizabethtorr
Chile
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domingo, 26 de abril de 2009

Escándalo en la misa de ocho

Comunicado publico

En relación al escándalo acaecido durante la misa de ocho, del día domingo de la semana pasada, del mes en curso y de este año.
Informamos que: Promediando las 8:23 PM en la catedral, y en pleno oficio religioso se sintieron fuertes gritos.
No existe consenso sobre lo que sucedió. Pues el cura párroco justo en ese momento se distraía mirando el escote de una feligresa arrodillada junto al púlpito. Tampoco los acólitos que en ese momento se disputaban un papelillo. Entretanto el sacristán no se percató por encontrarse "afanado" guardando las limosnas.
Del resto de los fieles hay versiones encontradas. Entre las que se destaca una posible riña entre la profesora de catecismo y una esposa agraviada, o quizás un furioso acreedor de juego buscando al obispo.
Nada se esclareció acerca del grito. Creemos que se trataba de un grupo cuyo fin sólo era provocar escándalo y desprestigiar a la Iglesia.
Atte. El arzobispo.

Ingrid Arriola Ruiz
Chile
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sábado, 25 de abril de 2009

Tú no eres esa

Tú no eres esa,
yo no soy ese, esos,
los que fuimos
antes de ser nosotros.
Eras, sí, pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco de ti.


Mario Benedetti
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viernes, 24 de abril de 2009

Bienvenida

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.

Mario Benedetti
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miércoles, 22 de abril de 2009

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.

Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte .

Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte .

O sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

Mario Benedetti
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martes, 21 de abril de 2009

Espero curarme de ti

Espero curarme de ti en unos días, debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte, es posible, siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho ni es poco, es bastante. En una semana se pueden reunir todas las palabras del amor que se han dicho sobre la tierra, y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (tú sabes como te digo que te quiero cuando digo: "qué calor hace", dame agua", "sabes manejar?", "se hizo de noche'... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y de las mías te he dicho "ya es tarde", y tu sabías que decía "te quiero".)
Una semana para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas, porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.


Jaime Sabines
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lunes, 20 de abril de 2009

Tu nombre

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.

Jaime Sabines
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domingo, 19 de abril de 2009

No es que muera de amor, muero de ti

Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.


Jaime Sabines
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sábado, 18 de abril de 2009

La luna

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo,
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.

Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.


Jaime Sabines
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viernes, 17 de abril de 2009

Los amorosos

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables.
Los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota corno sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

Jaime Sabines
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jueves, 16 de abril de 2009

Metamorfosis

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenia
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.

Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio
de languidez de lirio,
de palpitar de ave;
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó;
mas con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano
y el beso, que volaba tras la mano
rompiendo el aire se volvió suspiro.

Luis G. Urbina
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miércoles, 15 de abril de 2009

Tu amor

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte
jardinero de oro de la vida
jardinero de fuego de la muerte
en el germen fecundo de la vida.

Pico de cuervo con olor a rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medias noches crueles
panales negros de malditas mieles
que se desangran en mi acerbidad.
Crisálida de un vuelo del futuro
es tu abrazo magnifico y oscuro,
torre embrujada de mi soledad.


Delmira Agustini
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martes, 14 de abril de 2009

Serenata

Íbamos a vivir toda la vida juntos.
Íbamos a morir toda la tarde juntos.
Adiós.
No sé si sabes lo que quiere decir adiós.
Adiós quiere decir ya no mirarse nunca,
vivir entre otras gentes,
reírse de otras cosas, morirse de otras penas.
Adiós es separarse, ¿entiendes?, separarse,
olvidando como traje inútil la juventud.
Íbamos a hacer tantas cosas juntos!
Ahora tenemos otras citas.
Estrellas diferentes nos alumbran en noches diferentes.
La lluvia que te moja me deja seco a mí.
Está bien: adiós.
Contra el viento el poeta nada puede.
A la hora en que parten los adioses,
el poeta sólo puede pedirle a las golondrinas
que vuelen sin cesar sobre tu sueño.


Manuel Scorza
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lunes, 13 de abril de 2009

La prisión


¡No puedes salir del jardín
donde mi amor te aprisiona!
Presa estas en mi.
Aunque rompas el vaso, seguirás inmóvil
la comuna perfecta del agua,
aunque no quieras, siempre lucirás
esa corona invisible
que lleva toda mujer que a un poeta amo
Y aunque ya no creas en estas mentiras
cuando borrado el rostro de nuestra pena,
ni tú misma encuentres tus ojos bellísimos
en la mascara que te preparan los años,
a la hora en que regatees en los mercados,
los jóvenes venados vendrán a tu recuerdo a beber agua.
Porque puede una mujer
rehusar el rocío escondido del más grande amor,
pero no puede salir del jardín
donde el amor la encierra.
¿Me oyes?
No puedes huir.
Aunque cruces volando los años,
No puedes huir;
Yo soy las alas con que huyes de mí…

Manuel Scorza
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domingo, 12 de abril de 2009

Música lenta


Para que tú entres
a veces de tristeza, el corazón se me abre.
Como una puerta tímida
para que tú entres, el corazón se me abre.
Pero tú no vienes!
no vuelas más sobre los campos.
En vano mi corazón se asoma,
pasas de largo,
como si el viento
soplase sólo para ella.
Pasa la mañana y no viene la tarde,
y el corazón se me cierra
Como una mano sin nadie,

el corazón se me cierra.

Manuel Scorza
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sábado, 11 de abril de 2009

La casa vacía


Voy a la casa donde no viviremos
a mirar los muros que no se levantarán
paseo las estancias
y abro las ventanas
para que entre el tiempo
de ayer envejecido.
¡Si vieras!
Entre las bugambilias
cansadamente juegan
los hijos que jamás tendremos.
Yo los miro. Ellos me miran.
Mi corazón humea.
Este es el sitio
donde mi corazón humea.
Y a esta hora,
en el balcón callada
yo sé que tú también te mueres
y piensas en mí hasta ensangrentarte.
Yo también pienso en ti.
Óyeme donde estés:
por esta herida no sale sólo sangre,
me salgo yo.

Manuel Scorza
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domingo, 5 de abril de 2009

Poemas para una sola luz

Yo quiero ver la luz hasta quedarme ciego,
hasta llenarme el alma,
hasta dejar atrás la niebla, la arcilla, la ceniza,
hasta que en vez de lágrimas
me salgan alas.

Caricia,
ondulación,
llama doliente, muriente,
corazón que arde entre tanta soledad de fin de siglo,
lágrima de luz,
ala del mar,
esquirla ciega que en el aire lenta se desploma:
la hoja seca.

José Luis Domínguez

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sábado, 4 de abril de 2009

Futuro imperfecto

De poco sirve arroparlo
y menos
colgarle collares y pronósticos
brindarle metrallas de manga larga
calzarle prejuicios de siete suelas

de poquísimo sirve ponerle
profaces o antifaces
o un delantal de música
menos aún la consabida
bufanda del viento

el futuro es un niño desnudo
y en consecuencia ufano imprevisible
cuando menos lo esperas
te coloca una rosa en la oreja
o te orina inocente la calva.

Mario Benedetti.
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viernes, 3 de abril de 2009

La mitad del paraíso

Cédeme ahora que estás lejos
los momentos de intenso placer
las noches en los bares
que recorrimos juntos.
El aroma de nuestros deseos
y el de los deseos concluidos

Cédeme
los sábados de hacer el amor
y tardes en mesas de café
escribiendo
las palabras que cruzan
los bulevares
y las mañanas iluminadas
en tu presencia
cédeme
la mitad del paraíso.

Marisa Trejo Sirvent
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jueves, 2 de abril de 2009

Tus ojos

Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro
de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.

Octavio Paz
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miércoles, 1 de abril de 2009

Cántaros

1
A cántaros
entra el agua por la cubierta.
Bajo el chubasco
............................gritos,
retiembla la barquilla.

En la isla
las pulidas piedras del ascenso
.................................tienden sus trampas.

A cántaros
el agua verde alcanza los tobillos,
se desliza en la ropa,
se extiende hacia los rumbos
—como el sueño de Dios
.......................................antes del tiempo.

2
Te mueves
como si no perturbaras
la telaraña suspendida
o el pico del colibrí.

Te sostienes
en el intento de la perla huidiza
buscando el pétalo cerrado
del jazmín.

Te desprendes
del temblor en el labio,
te dejas ir
bajo la tempestad,
te erizas
en las abreviaturas del pimiento.

Elsa Cross
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viernes, 20 de marzo de 2009

Yo no lo sé de cierto


Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una mujer y un hombre algún día se quieren, se van quedando solos poco a poco, algo en su corazón les dice que están solos, solos sobre la tierra se penetran, se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como se hace la luz dentro del ojo. El amor une cuerpos. En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos; piensan entonces que lo saben todo. Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo)


Jaime Sabines
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Voz: Flora Isela Chacón
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jueves, 19 de marzo de 2009

Me acostumbré

Me acostumbré
a pisarte la sombra
y amanecer de noche por ti
a contarte los pasos
y a perderme en la luz
que tus ojos me niegan
me acostumbré
a contener el aliento
y a no suspirar diciendo tu nombre
a no ser nada ni nadie
y a aparecer
sólo por el arte de tu magia
me acostumbré
a tu aroma en la ausencia
a ser tuya sin ti
a dar sin esperar
y esperar dándote todo
una mirada menos

y poco a poco
también a olvidarte
me acostumbraré
.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Si te cuento...

Publicado por Ricardo Muñoz Munguía en Siempre! el Domingo 1 de octubre del 2006.

Lo cotidiano cobra singularidad cuando la mirada va más allá de lo habitual. Es como encontrar la figura escondida en un estereograma al ir alejando la vista, así podría describirse el volumen que ahora comentamos.
Flora Isela Chacón tiene sus primeros encuentros con la literatura a temprana edad, con ese encuentro sucede algo dentro de ella, entonces el destino vislumbra cierta definición; es cuando ese mundo de ficción con el que se nutrió la autora de Si te cuento... le da una transformación real, es decir, la escritora chihuahuense entrega en su libro cuentos plantados en su entorno, tomados de la realidad.
Lo expuesto en cada uno de los relatos dibuja instantes de cualquier momento, de cualquier lugar, acontecimientos que la narradora, al describirlos, les imprime la figura de cuento, logra exponer un amplio mosaico de cotidianidades que por su condición habitual parecen permanecer escondidas.
Así pues, nos encontramos a la mujer que trabaja en su casa como correctora de pruebas mientras reflexiona sobre su propia infancia al estar con su hijo; en otro, estar en un evento y al fijarse en alguien que le atrae, termina por que le declaren "fanático"; en fin, una travesía por alguna fiesta, un aroma, un chisme, una relación enfermiza como la que vemos en el cuento "Vuelve... otra vez", en el que la protagonista le suplica a su pareja que le mienta, con tal de que no se vaya y hasta le sugiere frases de convencimiento pero, eso sí, que no la toque porque le duele el "chichón" y el cuerpo por los golpes propinados.
Por último, "Escríbeme un cuento", parece dar señales en lo que se centra la autora con el cuestionamiento: "¿Por qué a ustedes los escritores no les sirven las historias de la gente normal? (...) Lo principal no es tanto la historia en sí, sino cómo la trates".
Si te cuento... es un álbum de recuerdos y sueños escritos con naturalidad y sencillez que van al fondo de nuestra realidad.


http://www.articlearchives.com/755095-1.html
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martes, 17 de marzo de 2009

Buena literatura de Chihuahua




Publicado por Juan José Reyes en Siempre! el Domingo 10 de septiembre de 2006.

Nacida en la Ciudad de México, Flora Isela Chacón pasó su infancia y su primera adolescencia en la capital del país y luego se estableció en la ciudad de Chihuahua, donde despliega su labor académica y creadora.

Este mínimo dato biográfico tiene mucha importancia: Chacón Flores parece habitar dos mundos y a la vez sin falta está en busca de sus raíces. Con esto quiero decir también que a mi parecer sus cuentos están claramente marcados por una tendencia a buscar el sello de la vida propia, el sentido de sus caminos, el sitio de residencia auténtico.

Hay menos fantasía y ánimo de invención en estos cuentos que un afán de dar con las raíces y las explicaciones. Hay una nostalgia que puede ir desde las figuras de origen, especialmente la madre de la narradora y en el mismo sentido, mediante una proyección, su criatura, hasta los momentos mismos del trabajo.

La autora realiza con plena fortuna este viaje. Pienso que en primer término alcanza su verdad literaria en virtud de una prenda ciertamente poco común en la literatura mexicana de nuestros días: una cabal sinceridad. 

En tal línea, la literatura de Chacón Flores me remite a varias páginas, de corte semejante, pienso, de la duranguense Nellie Campobello: la negación del miedo a la ternura, el desenfado sostenido en la puesta entre paréntesis de qué dirán crítico o presuntamente crítico (es decir la asunción feliz de la situación femenina sin miedo a la descalificación por el posible anacronismo de tal condición), una cierta ingenuidad que sólo consigue dar fuerza a los relatos.

De esta suerte, el lector encontrará en esta buena colección de textos breves, relatos inquietantes, que dejan abierta la puerta de la seducción o de otras perturbaciones, y estampas reflexivas y/o memoriosas, nostálgicas que dan cuenta del perdido mundo familiar, un mundo que no termina de irse nunca y que además es renovado sin pausa.

La publicación del libro es sin duda un acierto del Instituto Chihuahuense de la Cultura y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

http://www.articlearchives.com/749540-1.html
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lunes, 16 de marzo de 2009

No es el amor, es la nostalgia


Quién sabe si habrá sido el amor, o su ausencia; o la nostalgia. Pero ahí estaba. Las 2 de la mañana y no podía dejar de leer poemas. La poesía en realidad no era mucho su género favorito. La encontraba a veces insulsa, a veces simple musicalidad sin sentido. Pero ahora, en un santiamén leyó más de 20 páginas llenas de poesía. Imágenes nada comunes hablando de amor,de encuentros, de adioses, de mujeres, de cuerpos, de vida. 

Y de pronto se sintió extraña, como si de golpe conociera la poesía o el amor. Lo encontró en muchas de esas letras plasmadas de manera tan natural, que sin más le llevaron a su pasado o a su futuro. La urgencia del sanitario esperó, el tic tac también, mientras su mano bajaba ansiosamente ese click del ratón que parecía huir de un gato fantasma, a la par que no sabía explicarse por qué sus ojos pugnaban precisamente ahora por limpiarse...

Para qué más cuento. Conoció la poesía y lo agradeció; a pesar del desvelo, de una nostalgia más viva ahora, de esas repentinas lágrimas que aparecieron cuando escribía esta historia. Qué manera tan cabrona de hacer sentir a alguien -pensó-, así me gustaría escribir a mí. Para terminar de chingar a todos los envidiosos, para estremecer a una mujer a las 2 de la mañana leyendo poemas que nada tienen de común, ni de cursi, ni de soso, ni de nada que en otros seudopoemas encontrara. Para demostrar precisamente que, qué bueno, no es el amor, es la nostalgia...

No es el amor es la nostalgia
José Luis Domínguez

Por primera vez
y verdaderamente,
palpan mis dedos.
Mi tacto se aprende de memoria
los contornos de tu carne.
Tus pechos de luz,
dos rígidas almendras.
dos palmos del sur de tu ombligo
se abre la flor de un estallido mudo.
Oscuro musgo,
nocturno helecho,
el hecho nocturno,
tu llaga siempre abierta.
De ahí surge el mundo primitivo,
el caldo primigenio,
la interminable mar de nuestra especie.

viernes, 11 de enero, 2008 2:20:12
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domingo, 15 de marzo de 2009

Como tú


Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.

Roque Dalton
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sábado, 14 de marzo de 2009

Tatuar el humo

Eramos unas niñas apenas, pero ya jugábamos a escribir, tendríamos si acaso 10 y 7 años. A ella le gustaba más la poesía que a mí, yo me iba por las novelitas, con todo y escenografía para que se "movieran" los personajes; pero leíamos de donde podíamos y oíamos muchas canciones en la grabadora de una sola casetera de mi papá; el juego era después "componer" la canción, quitarle o ponerle según nosotras lo que creíamos le hacía falta.
Estábamos en la Ciudad de México y las estaciones musicales nos sobraban, a veces era Radio Sinfonola, otras las Grandes Bandas, Stereo 102 y hasta Radio Capital, todo era material disponible para crear nuestras propias "poesías" que tenían la ventaja de poder ser cantadas con una melodía ya conocida.
Cuando de las canciones nos fuimos yendo más hacia las lecturas, nos encontramos con verdaderos escritos que guardaban todas las leyes de la gramática básica y la creación literaria como Dios manda, pero eso lejos de avergonzarnos y dejar de lado la disque escritura, nos hizo escribir aún más y leer menos para no tener que compararnos con nadie; porque a fin de cuentas aquello que haciamos era tan sólo para nosotros, para nadie más. Así, muchas canciones siguen ahora en la libreta de argollas y un partido de futbol en la portada, en una hoja la canción original y en la otra nuestra versión.
A medida que crecimos se fue apagando esa complicidad por intentar "arreglar" las canciones a nuestra manera, y la costumbre de amanecer a veces recitando poemas o cantando canciones con alguna u otra palabra; pero mientras más nos alejábamos de esa convivencia entre hermanas, más nos acercábamos a la verdadera escritura, convencidas tal vez que aquellos textos en verdad no necesitaban de nuestro arreglo.
El primer poema que le descubrí a Linda fue Tatuar el humo. Lo traía con su ya bonita letra escrito en una hoja blanca, con la fecha de algún año de los ochenta, sin el nombre del autor y, me pareció a mí, mezclado con otro poema. No sé de dónde lo tomó, creo que ni ella lo supo, sólo sé que leerlo fue como descubrir que en verdad existía la literatura y que las canciones que entonces nos ofrecía Stereo 102, nada tenían de literario ni de bello, ni de poesía ni de nada. Me sobrecogió el corazón darme cuenta que alguien podría escribir algo tan bello sin ponerle más música que sus propias palabras y sus propias imágenes mezclándose una a una.
Ya en Chihuahua más tarde que temprano supe de quién era el poema, y quién había despertado tan terrible sensación de que su autor era alguien que no podía compararse con nadie; a quien jamás hubiéramos podido arreglarle el poema ni darle nuestra propia versión; porque además obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen precisamente con este trabajo.
Aún ahora no sé si en realidad el poema era como lo había transcrito Linda en la hoja de papel bond, no lo había vuelto a leer hasta ahora, a pesar que la hoja sigue intacta en la libreta de argollas.


Tatuar el humo
Alfredo Espinosa Aguirre

En lo más alto de la dicha amor
tómame de la mano si crees que sueñas
pero nunca jamás digas siempre
porque los que aman tan locamente
se quedan solos y se mueren pronto

Incendian el agua y tatúan el humo
fundan sus vidas en la certeza de la nada

Dame tu mano amada
en lo más alto de la dicha
antes de que nos desvanezca el alma

¿en qué momento
soñando
ebrio de ti
más vivo que nunca,
hice estos versos sin memoria?

¿En qué instante de amor irrepetible
abriste para mí tu cuerpo
penetré en lo oscuro
e iluminado
los escribí en tu entraña?
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viernes, 13 de marzo de 2009

La rueda

Sólo es eterno el fuego que nos mira vivir.
Sólo perdura la ceniza.
Funda y fecunda la transformación,
el incesante cambio que manda en todo.

Sólo el cambio no cambia
y su permanencia
es nuestra finitud.

Hay que aceptarla y asumirla: ser
del instante,
material dispuesto
a seguir en la rueda del hoy aquí
y mañana en ninguna parte.

José Emilio Pacheco
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jueves, 19 de febrero de 2009

A una flor inmersa

Cae la rosa, cae
Atravesando el agua,
lenta por el cristal de sombra
en que su tallo ahoga;
desciende imperceptible,
clara, ingrávida, pura
y las olas la cubren, la desnudan,
la vuelven a su aroma,
hácenla navegante por la savia
que de la tierra nace
y asciende temblorosa,
desborda la ternura de su tacto
en verde prisionero,
y al fin revienta en flor
como el esclavo que de noche sueña
en una luz que rompa
los orígenes de su sueño,
como el desnudo ciervo, cuando la fuente brota,
que moja con su vaho la corriente
destrozando su imagen.

Cae más aún, cae
más allá de su savia,
Sobre la losa del sepulcro,
en la mirada de un canario herido
Que atreve el último aletazo
Para internarse mudo entre las sombras.
Cae sobre mi mano
inclinándose más y más al tacto,
Cede a su suavidad de sábana mortuoria
y como un pálido recuerdo
o ángel desalado
pierde una estela de su aroma,
deja una huella: pie que no se posa
y yeso que se apaga en el silencio.

Alí Chumacero
Páramo de sueños (1944)
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miércoles, 18 de febrero de 2009

Silenciosamente


Silenciosamente, miraré tus ojos
silenciosamente, tomaré tus manos
silenciosamente,
cuando el sol poniente
nos bañé en sus rojos,
fuegos soberanos,
posaré mis labios en tus lindos labios,
y nos besaremos como dos enamorados.
Ansío ternuras castas y cordiales,
tu dulce e indulgente rostro compasivo,
tus manos tibias... ¡tibias manos fraternales!
tus ojos claros… ¡claros ojos pensativos!


Amado Nervo

martes, 17 de febrero de 2009

Te quiero

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso
si te quiero es porque sos
mi amor mi ccómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho mas que dos.

Mario Benedetti
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lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre mis labios


“Voy por tu vientre
como por tus sueños”.
Octavio Paz


Para verte de nuevo
cerré los ojos
y un calor recorrió mi cuerpo
sólo estaban tus pasos.
Tu voz como una sed
recorría mi piel
noche tras noche
podía sentir todavía
la dulzura de tus manos
sobre mi desnudez
las gotas de lluvia
sobre los cristales
de las ventanas.
Tus ojos tocan
mis lunas de aguas
tocan el viento que me roza
cualquier silencio
nos delata en llamas
iluminando el centro
de la dicha
asedia el mundo
penetra
transparente…
Llueves como un verano
sobre mi cuerpo
fugaz en fuegos
líquidos y en sueños
en mi vientre y el mar
sobre mis labios
en mi piel y tu piel
sobre mis senos.


Marisa Trejo Sirvent
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domingo, 15 de febrero de 2009

Te amo ahí contra el muro destruido

Te amo ahí contra el muro destruido
contra la ciudad y contra el sol y contra el viento
contra lo otro que yo amo y se ha quedado
como un guerrero entrampado en los recuerdos

Te amo contra tus ojos que se apagan
y sufren adentro esta superficie vana
y sospechan venganzas
y muertes por desolación o por fastidio

Te amo más allá de puertas y esquinas
de trenes que se han ido sin llevarnos
de amigos que se hundieron ascendiendo
ventanas periódicas y estrellas

Te amo contra tu alegría y tu regreso
contra el dolor que astilla tus seres más amados
contra lo que puede ser y lo que fuiste
ceremonia nocturna por lugares fantásticos

Te amo contra la noche y el verano
contra la luz y tu semejanza silenciosa
contra el mar y septiembre y los labios que te expresan
contra el humo invencible de los muertos

Homero Aridjis

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sábado, 14 de febrero de 2009

Amor

Para escapar de ti
no bastan ya peldaños,
túneles, aviones, teléfonos o barcos.
Todo lo que se va
con el hombre que escapa:
el silencio, la voz, los trenes y los años,
no sirve para huir de este recinto exacto
—sin horas ni reloj, sin ventanas ni cuadros—
que a todas partes va conmigo cuando viajo.
Para escapar de ti
necesito un cansancio nacido de ti misma:
una duda, un rencor, la vergüenza de un llanto;
el miedo que me dio —por ejemplo— poner sobre tu frágil nombre
la forma impropia y dura y brusca de mis labios...
El odio que sentí nacer
al mismo tiempo en ti que nuestro amor,
me hará salir de tu alma
más pronto que la luz, más deprisa que el sueño,
con mayor precisión que el ascensor más raudo:
el odio que el amor esconde entre las manos.

Jaime Torres Bodet
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viernes, 13 de febrero de 2009

Ausencia

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales a luces en el día.
Tardes que fueron nichos de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas;
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

Jorge Luis Borges
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jueves, 12 de febrero de 2009

Todo pasa

Algún día pasará, como pasan las horas, como pasa la vida; porque nada dura para siempre, ni siquiera el dolor. Tiene que pasar porque así es, así tiene que ser; no hay mal que dure cien años dicen, ni alma que no pueda dejar de sentir en algún momento. La palabra "siempre" tiene algo de magia y uno la repite con la esperanza íntima de que se cumpla hasta el fin de los días; pero cuando finalmente se da uno cuenta de que no es así ni remotamente, pareciera que la pena nos habrá de sepultar en la desidia, en el sopor de pensar que todo ha terminado, hasta la vida. Pero los sentimientos son como estados y como tales deben tener la cualidad de ser moldeables, de cambiar, de pasar, de convencernos qué tan ocioso resulta pensar que la vida pierde el sentido cuando un amor se despide, cuando apenas decía hola, bienvenido. Pasará, así tiene que ser, para no sentirnos vacíos a pesar de que jamás tuvimos nada, sino la incertidumbre de amar lo imposible. Tarde o temprano. Algún día pasará.
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lunes, 9 de febrero de 2009

Ernesto y su doble, triple, múltiple vida

Y venir a darse cuenta hasta ahora, ya cuando intentaba comulgar su historia solitaria con la posibilidad de un abrazo permanente, aun cuando él nada dijera. Ya cuando sentía ese temblor por dentro, que sólo hace sentir alguien de quien uno se está enamorando. Ya cuando, precisamente, pensaba en no volver a verlo, pero para no quedarse de nuevo sin él, para no sentirse miserable por no poder tenerlo, por saber que amarlo no era una buena idea.
Se lo había preguntado una vez y él lo negó, como si pudieran negarse las miradas, el amor o la calentura. Como si la duda pudiera ser eterna. Lo sabía ajeno, claro que sí, pero esperaba, por lo menos, ser la única "otra" y no formar parte de un harem o ¿qué chingados era aquello? Cómo explicárselo cuando la imagen de buen señor cariñoso y casi ¿enamorado?, no concordaba con aquella realidad que ahora le caía como balde de agua fría. "Somos muchas" le habían dicho, ¿cómo que muchas? ¿Cuántas? ¿En cuántas se dividió su soledad de hombre supuestamente "abandonado" en los deberes conyugales? ¿Cuántas veces dijo "linda", "me encantas", "te quiero mucho"? ¿Cuántas al mismo tiempo? Las que fueran, en nada cambiaba ya. Pero no dejaba de ser difícil venir a darse cuenta hasta ahora, de cuánto tiempo había jugado un papel doblemente equivocado.
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domingo, 8 de febrero de 2009

Siempre

He vivido casi toda mi vida lejos de mis cielos.
Pero mis pies están marcados en los códices,
en la voz profunda de mi pueblo.
Camino sobre el mar y las nubes que me traje:
son mi tierra firme.
¿Quién me la puede quitar?
Cuando digo que estoy solo
es porque no estoy en la plaza pública
sino en cada uno de vosotros,
como en los granos la granada.
Podríais enterrarme en la voz de cualquier niño
si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.
Mis ojos siempre se abren sobre la luz primera,
y al cerrarlos, sobre mí cae siempre
la sombra de mi infancia.
¿Y todo lo que he vivido,
me pregunto, toda el agua escurrida entre mis dedos,
todo lo bailado, no es un sueño?
No he tenido tiempo para soñar, amigos.
Apenas si he tenido para no morirme.
No puedo descifrar el símbolo
porque el símbolo no es un lenguaje.
Estoy tan cerca que no me veis
en las cenizas de los muertos
y en las manos de los niños futuros.
Tercamente guatemalteco,
no necesito recordar, me basta con palparme.
El sueño no tiene vocales,
pero tiene llamaradas y tambores mudos,
y las mismas fogatas
arden en las mismas cumbres.
...Si tiene los pies descalzos
y ha visto los volcanes.
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Luis Cardoza y Aragón
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