sábado, 27 de diciembre de 2008

Los pasos perdidos


Arcadio la esperó aquella noche tiritando de fiebre en la hamaca. Esperó sin dormir, oyendo los grillos alborotados de la madrugada sin término y el horario implacable de los alcaravanes, cada vez más convencido de que lo habían engañado. De pronto, cuando la ansiedad se había descompuesto en rabia, la puerta se abrió. 

Pocos meses después, frente al pelotón de fusilamiento, Arcadio había de revivir los pasos perdidos en el salón de clases, los tropiezos contra los escaños, y por último la densidad de un cuerpo en las tinieblas del cuarto y los latidos del aire bombeado por un corazón que no era el suyo. Extendió la mano y encontró otra mano con dos sortijas en un mismo dedo, que estaba a punto de naufragar en la oscuridad. Sintió la nervadura de sus venas, el pulso de su infortunio, y sintió la palma húmeda con la línea de la vida tronchada en la base del pulgar por el zarpazo de la muerte. 

Entonces comprendió que no era esa la mujer que esperaba, porque no olía a humo sino a brillantina de florecitas, y tenía los senos inflados y ciegos con pezones de hombre, y el sexo pétreo y redondo como una nuez, y la ternura caótica de la inexperiencia exaltada. Era virgen y tenía el nombre inverosímil de Santa Sofía de la Piedad. (...) 

Arcadio la había visto muchas veces, atendiendo la tiendecita de víveres de sus padres, y nunca se había fijado en ella, porque tenía la rara virtud de no existir por completo sino en el momento oportuno. Pero desde aquel día se enroscó como un gato al calor de su axila. 

(...) Más tarde, cuando las tropas del gobierno los desalojaron del local, se amaban entre las latas de manteca y los sacos de maíz de la trastienda. Por la época en que Arcadio fue nombrado jefe civil y militar, tuvieron una hija.

(...) Al amanecer, después de un consejo de guerra sumario, Arcadio fue fusilado contra el muro del cementerio. En las dos últimas horas de su vida no logró entender por qué había desaparecido el miedo que lo atormentó desde la infancia. Impasible, sin preocuparse siquiera por demostrar su reciente valor, escuchó los interminables cargos de la acusación. Pensaba en Úrsula, que a esa hora debía estar bajo el castaño tomando el café con José Arcadio Buendía. Pensaba en su hija de ocho meses, que aún no tenía nombre, y en el que iba a nacer en agosto, Pensaba en Santa Sofía de la Piedad, a quien la noche anterior dejó salando un venado para el almuerzo del sábado, y añoró su cabello chorreado sobre los hombros y sus pestañas que parecían artificiales. Pensaba en su gente sin sentimentalismos, en un severo ajuste de cuentas con la vida, empezando a comprender cuánto quería en realidad a las personas que más había odiado. (...) 

En la escuela desportillada donde experimentó por primera vez la seguridad del poder, a pocos metros del cuarto donde conoció la incertidumbre del amor, Arcadio encontró ridículo el formalismo de la muerte. En realidad no le importaba la muerte sino la vida, y por eso la sensación que experimentó cuando pronunciaron la sentencia no fue una sensación de miedo sino de nostalgia. No habló mientras no le preguntaron cuál era su última voluntad. -Díganle a mi mujer -contestó con voz bien timbrada- que le ponga a la, niña el nombre de Úrsula -hizo una pausa y confirmó-: Úrsula, como la abuela. Y díganle también que si el que va a nacer nace varón, que le pongan José Arcadio, pero no por el tío, sino por el abuelo. 

Antes de que lo llevaran al paredón, el padre Nicanor trató de asistirlo. «No tengo nada de qué arrepentirme», dijo Arcadio, y se puso a las órdenes del pelotón después de tomarse una taza de café negro. (...) Camino del cementerio, bajo la llovizna persistente, Arcadio observó que en el horizonte despuntaba un miércoles radiante. La nostalgia se desvanecía con la niebla y dejaba en su lugar una inmensa curiosidad. Sólo cuando le ordenaron ponerse de espaldas al muro, Arcadio vio a Rebeca con el pelo mojado y un vestido de flores rosadas abriendo la casa de par en par. Hizo un esfuerzo para que le reconociera. En efecto, Rebeca miró casualmente hacia el muro y se quedó paralizada de estupor, y apenas pudo reaccionar para hacerle a Arcadio una señal de adiós con la mano. Arcadio le contestó en la misma forma. 

En ese instante lo apuntaron las bocas ahumadas de los fusiles y oyó letra por letra las encíclicas cantadas de Melquíades y sintió los pasos perdidos de Santa Bofia de la Piedad, virgen, en el salón de clases, y experimentó en la nariz la misma dureza de hielo que le había llamado la atención en las fosas nasales del cadáver de Remedios. «¡Ah, carajo! -alcanzó a pensar-, se me olvidó decir que si nacía mujer la pusieran Remedios.» Entonces, acumulado en un zarpazo desgarrador, volvió a sentir todo el terror que le atormentó en la vida. El capitán dio la orden de fuego. Arcadio apenas tuvo tiempo de sacar el pecho y levantar la cabeza sin comprender de dónde fluía el líquido ardiente que le quemaba los muslos. -¡Cabrones! -gritó-. ¡Viva el partido liberal!

Gabriel García Márquez
Cien años de soledad
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viernes, 26 de diciembre de 2008

Cosa rara


Y se vio de pronto caminando abrazada de alguien en un parque lleno de gente, y para su mayor asombro, esta vez no tuvo verguenza.
No tuvo miedo de que alguien la viera tratando de ocultar la ansiedad, el delito del enamorarse casi de pronto y de quién sabe quién.
No le importaron las miradas curiosas, ni las palabras venenosas, ni todos aquellos temores tontos, que tal vez le impidieron algún día caminar del brazo de alguien.
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jueves, 25 de diciembre de 2008

Navidad


Y de nuevo ocurrió. Quién sabe bajo qué constelación todo se acomodó para que un jueves cualquiera se encontraran de frente. No como se habían pensado el uno al otro, no como sonaban en el celular, no con el corazón en reposo ni la imaginación tranquila. Algo había cambiado para que de pronto, en un solo momento oscuro y frío, se reunieran en una breve palabra todas las ansías contenidas desde que lo descubrió mirándola y a ella sometida bajo esa mirada. Desde que se descubrió a sí misma pensando en él e imaginando una noche entre sus brazos. Algo llegó para sí, y de nuevo se vio escribiendo versos cursis en las hojas de su calendario, para un día no lejano recordarse en el mismo lugar, cuando de la mirada pasó al abrazo y del pensamiento a un latido constante, que la colocaban, ya sin escapar, en la vida de otro, de ese otro que jamás pensó.
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sábado, 13 de diciembre de 2008

Mi hora feliz

Mi hora feliz
es cuando por las mañanas
al abrir los ojos
tengo la oportunidad
de respirar
de observar el mundo
y de ver la gran oportunidad
que la vida
me está otorgando
una vez más
para poderte tocar
poderte respirar
y sentirte entre mi manos
que se quedan cortas
para poder gozar
todo tu ser.

Mi hora feliz
es cuando te digo te amo
y tú con una sonrisa
suave, pero sugestiva
me regalas el mundo
que nos rodea.

Mi hora feliz
es cuando te veo dormir
porque sé que dentro de unas pocas horas
volveré a tenerte sólo para mí.

César Chávez
Chihuahua, Chih
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viernes, 12 de diciembre de 2008

Ella se toma los naufragios como remedio, y yo pienso que soy capitán de barco

Ella piensa que después del naufragio principal cada uno de los siguientes la acerca más a la orilla. Y convencida de sí, huye de cualquier señal que la conduzca a enterarse que, uno a uno, los naufragios subsiguientes la han mandado más adentro en el mar. 

Ella cree que es posible escapar del sino de los abandonados si recurre a la vieja fórmula de los piratas: beber; ganarse la comida del día y beberse la noche con ron; dejarlo todo por un rato y a la mañana retomar las tareas del Sísifo interior: hundir su barco, el siguiente. 

Ella no tiene cabeza para reparar mastines y velas. Mejor hace de las astillas su esperanza, porque se ha vuelto especialista en construir, de los restos de cada hundimiento, un nuevo velero que la lleve a otro naufragio. Y confía en que ese que viene la arrime a tierra, y no: la conduce mar adentro. Mar adentro, para mi fortuna –y no sé si la de ella–, naufrago yo.


La primera vez que se le vio naufragar, flotaba abrazada de un amarre de cajas, cada una marcada así: “Frágil”. Pero no le duraron una tormenta, aunque ella quisiera. Esas cajas, las “Frágil”, no estaban para resistir a alguien; todo lo contrario, eran para garantizar el hundimiento, su hundimiento.

Ella piensa que es posible sacudir el mar. Cree que cada barco que hunde conmueve las entrañas del Enorme Extraordinario. Deliberadamente instalada en el engaño, cierra los ojos para no contar las astillas que le van quedando, cada vez menos. No se rinde aún frente a las señales que le dicen que muy pronto quedará sin posibilidades de maniobra y vulnerable, mar adentro de su propio corazón. Y mar adentro, para mi fortuna –y no sé si la de ella–, navego yo.

Mar adentro estamos muchos, los tantos que naufragan. Imposibilitados, nos resignamos a hundirnos; o mandamos luces de bengala (que nadie ve porque nos hemos alejado de la playa); o sacamos fuerzas para rehacer barcos que de inmediato hundimos; o somos de los pocos afortunados que ven a los lejos una luz oscura: la luz del otro.

(Me hago ilusiones: De sus pómulos obtengo el coraje; de sus alergias, que no conoce, construyo un timón; de su cabello negro rehago un casco, y proa y popa las saco de repetir su nombre. Junto mis astillas con las de ella, restos de incontables naufragios, y me nombro capitán de un barco al que ella no sabe que ya se ha subido. Piensa que después del naufragio principal cada uno de los siguientes la acerca más a la orilla, y me engaño creyendo que esa orilla soy yo, a pesar de que estoy mar adentro, muy mar adentro, tan mar adentro que se me han acabado las astillas y grito por mi propia salvación).

Ella cree que es posible escapar, pero delira: en su fiebre no se da cuenta que duerme, ahora, en el camarote de un buen capitán de barco que nació en el desierto. Ese capitán soy yo. 

Ella es especialista en los hundimientos, pienso ahora que la veo dormida. Ata y desata amarras y velas. Sube y baja banderines de auxilio y de pirata para causarle desconciertos al mar. Entonces una ola cualquiera le cumple el deseo. Nos hundimos con ella. Nos vamos más adentro en el mar. Y mar adentro, para mi fortuna –y no sé si la de ella–, yo quiero seguir.


Alejandro Páez Varela
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jueves, 11 de diciembre de 2008

De regreso

Es la bitácora de un viaje infinito
noche a noche encallando en la misma arena
sorteando la misma tormenta
letras, signos, números para plasmar el recorrido
partiendo de tus ojos, para llegar a ninguna parte
la hoja pasa y de nuevo tu mirada fuerte
un abrazo, una seña o una palabra basta
para otra vez caer en tu vaivén
mientras se estampa la fecha en que te olvido
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miércoles, 10 de diciembre de 2008

Al final

Y al final siempre termino buscándote,
cuando el silencio y la oscuridad me atrapan,
tiendo la mirada para abrazarte
y los ojos los cierro al mundo.
Qué difícil instante,
reflejarse en tu sombra hueca,
escuchar tu voz,
que retumba en la ruina de mi ser.
Y que ofrecerte,
las brazas de mi amor,
el calor de mis manos,
el hambre de mi cuerpo.

Clemente Alvarado Franco
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viernes, 5 de diciembre de 2008

Vuelo de mariposa


(fragmento de una conversación entre una mujer rarámuri y un gato negro iniciada en las altas barrancas por donde suben los sueños, las palabras y las mariposas)


Cristales cristalinos de crisálida...
intentando crecer...
a la espera de nuevas alas...
que den sentido a su corazón...
en un viaje en espiral...
hacia su interior.

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sábado, 8 de noviembre de 2008

Lo que tuve soy

Tuve dos gatos, Gala y Camila, y tuve también mi juventud. Tuve un volkswagen negro y un sueño: en él voy en un camión, de cinco o seis años, y me asomo por la ventana y veo que lo que se va quedando en realidad se acumula, se compacta a tres pasos de la última llanta: las nubes, las cercas que mantienen el ganado a raya, dos señoras que me vieron pegado a la ventana, las montañas, los sahuaros, los chamizos, los recuerdos, las ideas: todo atrás, comprimido, y no se va. Tuve ganas de hacer mejor las cosas y un departamento enano. Tuve fuerzas para continuar, y piel renovable como la de una cebolla. Tuve en YouTube a Lonelygirl15 leyendo un comunicado de prensa. Tuve un amor y tres pesos que resistieron dos devaluaciones y la inflación.Tengo cinco cajetillas de cigarros frente a mí (tres abiertas y a medias) y la amenaza de un cáncer pulmonar. Tengo un encendedor y tres ceniceros que vacío de madrugada. Tengo una buena reserva de Tylenol y una cajita de Altoids de hierbabuena que compré en Madrid y que por alguna razón no he abierto. Tengo una Palm que me sigue a donde voy y me aburre con su pleito con la Mac. Tengo un blog y el último número de Foreign Affaires que ya leí y ahora estoy subrayando (no hago las dos cosas al mismo tiempo). Tengo ganas de tomar el primer avión disponible y una cerveza en el refrigerador. Tengo los mismos e-mails que leí hace una hora. Tengo una botella de agua y un mosquito que ha aprendido a picarme en los codos. Tengo un protector de pantalla con Osama bin Laden riendo. Tengo dos perros que se alimentan del sentimiento de culpa, como yo.Lo que tuve soy; vivo de lo que no se va. Por lo que tengo comprendo lo que seré: auto-bomba que se queda sin gasolina, agente funerario que termina en una fosa común, gusano que perfora el capullo para sacar las patas y recorrer el árbol. (Leo la prensa y me doy cuenta qué tan vulnerable soy: el gobierno se blinda los ojos y los empresarios, contra los vaivenes que provocan los jodidos. Las iglesias se blindan contra sus competidores, y Dios se blinda contra ellas. Las ciudades se blindan con rejas y la televisión, contra la realidad. Los políticos se blindan contra sus obligaciones y la tristeza con alcohol, confeti y serpentinas. Los transeúntes se blindan contra sí mismos y los partidos políticos contra la decencia. Y yo intento blindarme el corazón, pero es el corazón el que debe blindarse contra mí.)

Alejandro Páez Varela
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viernes, 7 de noviembre de 2008

Deleite semántico

A sus 19 años la sorprendió la palabra clítoris, realzada entre la multitud de vocablos conocidos en la página de una novela de Carlos Fuentes. No pudo seguir con la lectura. Esa palabra, descaradamente esdrújula, la dejaba a la deriva, y sin un diccionario a la mano no hallaba de dónde asirse para continuar leyendo.
A sus amigas lo que les sorprendió fue la virginal osadía que tuvo al preguntar en plena clase, de catorce alumnos, "¿qué quiere decir clítoris?" Quedaron en silencio (...) luego empezaron a cuchichear entre ellos, poniendo en duda la inteligencia o la experiencia de la joven.
(...) Sólo la maestra de literatura mexicana le dijo con voz misteriosa que investigara por su cuenta (...), en el camión trató de imaginar significados para su enigmática palabra (...).
Unos años después la duda se despejó durante el grosero manoseo de un novio imprevisto y efímero, que le expuso crudamente el significado, convirtiendo las especulaciones semánticas en metáforas piadosas.

Lucía Mendoza Cano
Larvario
Solar. Instituto Chihuahuense de la Cultura
2005. Pág. 49
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jueves, 6 de noviembre de 2008

Mujer inconveniente

Definitivamente no, señora mía,
usted no es la mujer que conviene a su marido.
Carece de imaginación
utiliza el gastado lenguaje de las mujeres
de nuestros abuelos.
Alterna las visitas a los supermercados
con las telenovelas
y espera con la crema puesta
la cuota semanaria del amor.
Y, sobre todo,
usted no sería capaz de compartir a su marido
como lo hago yo
tranquilamente y resignadamente con usted.

Thelma Nava
Paisajes interiores
Biblioteca del ISSSTE
México, 2000. Pág. 88
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lunes, 6 de octubre de 2008

Dos crímenes

No sé cómo me atreví, en una casa tan respetable como la de mi tío Ramón Tarragona, a salir al corredor encuerado. No sólo encuerado, sino con una erección. Afortunadamente no me vio ni el cenzontle, porque en la noche Zenaida cubría la jaula con una toalla vieja. Había luna. Llegué a la puerta del cuarto de Lucero e hice girar la perilla. Nunca oí perilla —y después la puerta— girar tan silenciosamente. El ruido de mi circulación, en mis sienes, en cambio, era estruendoso. Cerré la puerta con mucho cuidado. Tardé un rato en distinguir a Lucero, que dormía boca abajo, despatarrada, con los brazos abiertos y las manos a los lados de la almohada, la cara hacia el otro extremo del cuarto, ocupando casi toda la cama que era ancha. Cuando me golpeé contra una silla, cambió el ritmo de su respiración, cuando levanté las cobijas movió una pierna, cuando entré en la cama, despertó.
—No te asustes —le dije, muy quedo—, soy yo: Marcos.
Era el momento más peligroso. Si ella gritaba me metía en un lío, pero no gritó. No se movió. Le puse una mano en el hombro, ella no la rechazó y empecé a tocarla. Lucero, me di cuenta en esos momentos, dormía en playera de algodón y pantaleta. Sin cambiar de posición, sin volverse y mirarme, dejó que yo metiera las manos por debajo de la playera, que le acariciara los pechos, que la oprimiera contra mi cuerpo para hacerle sentir la erección. Tuve la certeza de que en un momento después Lucero iba a ser mía, y al mismo tiempo me di cuenta de que había olvidado los condones en el cajón del buró de las cuatas, pero yo estaba tan excitado y el cuerpo de ella parecía tan receptivo, que decidí seguir adelante. Metí las manos por debajo de la pantaleta y toqué el pelo del pubis, puse la otra mano en el elástico de la pantaleta y empujé para sacarla. Entonces, Lucero cambió de posición y juntó las piernas.
No volvió a separarlas. Primero recorrí su cuerpo a besos, hasta llegar a los dedos del pie, después fingí haber perdido interés en ella y le di la espalda, por último, me hinqué en la cama, puse las manos en sus rodillas y traté de separarlas a fuerzas. Los dos hicimos lo que pudimos y ella ganó. Cuando terminó la lucha, las cobijas estaban en montón en el piso, yo, jadeante y Lucero en posición fetal, con los ojos cerrados, la pantaleta y la playera puestas. Bajé de la cama, volví a chocar con la silla, abrí la puerta y entonces la oí hablar por primera vez:
—Buenas noches —dijo.
Estuve a punto de dar un portazo, pero cerré con cuidado. Fui al baño e hice pipí. Comprendí que regresar a mi cuarto en aquellas condiciones me resultaba intolerable. Entonces se me ocurrió otro plan todavía más arriesgado que el anterior. En realidad no fue plan, porque antes de concebirlo ya lo estaba ejecutando. Fue más bien un impulso irresistible. Cuando menos pensé ya estaba yo dentro del cuarto de Amalia. ¡Qué diferente recibimiento! Cuando Amalia oyó que alguien andaba tropezándose con los muebles, encendió la luz. Tenía un camisón escotado que dejaba ver el nacimiento de sus tetas enormes y dormía con un trapo amarrado en la cabeza para que no se le descompusiera el peinado, las chinelas —eran realmente chinelas de marabú— estaban junto a la cama. Habló mucho, pero en voz baja. Si mal no recuerdo, dijo:
—¿Qué pasa?. . . ¿Marcos, qué tienes?. . . ¿qué quieres?. . . ¡Ay, Virgen Santísima!. . . ¡Mira nomás cómo te has puesto!. . . ¡Estás loco. . . ¡Piensa en mi reputación!. . . ¡Ay, qué maravilla!. .
Después, afortunadamente, se calló.

Jorge Ibargüengoitia
Dos crímenes
Girjalbo Mondadori
Espana 1998. Págs. 60 y 61
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domingo, 5 de octubre de 2008

Digo yo como vaca


Si hubiera nacido vaca estaría contenta. Tendría un alma apacible y cuadrúpeda y unos ojos soñolientos. Dos rosas cabalgarían en mis flancos, orgullo de mi estampa bermeja. Mi cola, entretejida con papel de china, espantaría las moscas que retozaran en mi lomo como sobre un puesto de fruta. (...) Con la mente hueca viviré sin culpa, alerta sólo al toque de las seis campanas que dispersan el repique de su voz sobre el sembradío. (...) Pero yo siempre estaría inmóvil, solemne, ídolo de siesta infinita, mientras mis mandíbulas rumiaran suavemente la eternidad de la tarde.

Guadalupe Dueñas/Fragmento
Tiene la noche un árbol
Fondo de Cultura Económica
México, 1985. Pág. 92
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sábado, 4 de octubre de 2008

Juego de damas


Guiado quién sabe por qué dioses invisibles, distintos y aún contrarios al Dios en el que creía y amaba por sobre todas las cosas, Rubén rebasó su timidez paralizante y puso una mano sobre la rodilla de Chabela, sin reconocerse a sí mismo, como si fuera sólo un instrumento, una ficha de damas que un ser superior moviera en otra dimensión, al tiempo que profirió sus primeras y únicas palabras que no eran suyas, pero que había hecho suyas a fuerza de tanto masticarlas solitariamente durante tantas noches inútiles: me gustas cuando callas.


Chabela le preguntó si quería conocer su cuarto, que era el último de los bungalós. Rubén asintió con la misma mirada imbécily aquiescente que había sostenido toda la tarde, y se levantó con incomodidad porque no sabía cómo disimular el albotoro de la bragueta. Caminaron juntos, pero sin tocarse y sin hablar por el pasaje a cuya vera se diponían todos los bungalós.


(...) Chabela se sentó en el banco del tocador y se empezó a peinar la negra y lacia cabellera. Rubén se quedó de pie, a su lado, sin saber qué hacer ni qué decir. Ella tampoco decía nada, sólo se peinaba y fingía no ver a Rubén, reflejado en el espejo. Rubén no se atrevía siquiera a ver de espaldas ese cuerpo portentoso por temor a que ella lo sorprendiera con mirada retrovisora, pero adivinaba con la parte baja de los ojos la redondez de sus nalgas y el encogimiento de su cintura. Por fin, dos palabras de Chabela salvaron a Rubén.

-¿Me peinas?

Y Rubén la peinó...

Gonzalo Celorio/Fragmento
Días de pinta
Selector 1999
México. Pág. 63
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viernes, 3 de octubre de 2008

La aventura de bailar el mambo

Dos cosas marcaron el fin de mi pubertad: las piernas de mi prima Paty , y unas clases de baile que tomé por televisión. Llegaba a mis infaustos quince años con la temporada navideña del 64. No fue, como muchos podrían creer,un final abrupto, sino un proceso lento y doloroso que se había iniciado el año anterior, cuando una niña me dejó bailando solo (si a mis movimientos se les podía llamar "pasos de baile"). Un amigo había organizado una posada para celebrar el fin de curso. Gran parte del 2o A, del extinto Colegio Latino Mexicano, fuimos a nuestra primera posada sin piñatas ni tíos que cantaran la letanía para conservar "nuestras tradiciones", la primera en que habría ponche con piquete.
Muchos de mis compañeros asistieron con el traje de gala de la escuela, y aunque algunos se odiaban a muerte y se escupían la torta a la hora del recreo, al verse vestidos igualitos, se sentaron juntos, formando un grupo que se parecía al de la banda de guerra del colegio. Yo tuve la audacia (de la que me arrepentí a lo largo del año siguiente) de ir vestido con un suéter de grecas verdes, como los que usaba César Costa y sus Black jeans. Esa indumentaria rocanrolera, para mi infortunio, atrajo la mirada de una de las niñas que estaba sentada al otro lado del salón. Sergio Larios Santillán (que desde entonces ya era el último de la clase) me señaló a la incauta, y me sonreí con una mueca que más parecía de dolor de muelas que de sorpresa. Era rubia, pecosa, y se peinaba al estilo casco espacial, con ondas y remate achongado. Yo era muy tímido y no sé cómo me atreví a atravesar la pista mirándola con una ceja a media frente. “Quiúbole”, le dije, “me llamo Enrique”. Ella me miró con los ojos técnicamente más coquetos que yo hubiera visto jamás, me tendió la mano y tuve la audacia estúpida de besársela, con lo que el resto de las niñas emitió un largo sonido de saliva pasando entre dientes.
A los quince minutos, cuando ya había cuatro o cinco parejas bailando, invité a la güera a seguirme. Mi falsa personalidad de don Juan se vino abajo con seis pasos de péndulo y un pisotón, la mirada técnicamente coqueta se deshizo en un mohín de dolor, y sólo alcancé a ver una boca abierta con cuatro muelas tapadas con pasta rosa.
“Discúlpame”, me dijo, “me acabo de cansar”.


Sealtiel Alatriste
Días de pinta
Selector 1999
México. Pág. 15
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jueves, 2 de octubre de 2008

Andanzas de unos maestros

Cada amanecer, aún en los peores momentos, trae nuevos bríos a los humanos. Y vivir en un nuevo día, en la sierra de Chihuahua, en septiembre, representa una experiencia muy especial. Tener la dicha de disfrutar del frío de la mañana y observar los cerros verdes bajo un cielo azul, son momentos únicos, inolvidables. Baborígame lució para ellos más brillante que el día anterior.

Luis Guerrero Rubio Nájera
¡Ni me lo cuentes!
Edición de autor
Chihuahua, 2006. Pág. 20
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sábado, 27 de septiembre de 2008

Si la envidia fuera tiña...

Cuando aparece un gran genio en el mundo, se puede reconocer por esta señal: todos los mentecatos se confabulan contra él.
JONATHAN SWIFT

Un asno puede rebuznar cuanto quiera, pero no hará temblar a las estrellas.
GEORGE ELIOT

Menudo el odio y la envidia se disfraza con una careta sonriente y la lengua se expresa en tono amistoso, mientras el corazón está lleno de hiel.
SOLÓN

La envidia es una cobardía propia de los débiles.
JOSÉ INGENIEROS

La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.
MIGUEL DE UNAMUNO

Cuánto más se eleva un hombre, más pequeño les parece a los que no saben volar.
NIETZCHE
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viernes, 26 de septiembre de 2008

Ni siquiera lo pienses...

Ni siquiera pienses que me haces daño; hay cosas más fuertes que la envidia y la mala onda. Tal vez si tengas cierto poder sobre mí, sobre mi actuar, pero no es ilimitado como para impedir que aún así, a pesar de ti, yo pueda desarrollarme y salir adelante. Ni lo sueñes; tus problemas de baja autoestima y mediocridad no me golpearán, aun con todo tu peso. Puedes impedir que realice algunas actividades, sí, pero jamás podrás negar que soy mejor que tú, y no porque pueda escribir mejor o atreverme a darlo a conocer, sino porque yo no necesito poner puntapies para destacar, para ir por lo que quiero, para lograrlo si así me lo propongo. Y aun cuando no lo reconozcas, nunca podrás empañar lo que ya he conseguido y lo que aún falta por llegar. Podrás tirarme mala onda, tenerme un absurdo resentimiento, todo lo que quieras; pero eso no te hará mejor ni mucho menos. Así que ni siquiera lo pienses, la luz de Dios es más poderosa que cualquier pensamiento negativo, y mucho más poderosa, por supuesto, que tú.
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martes, 23 de septiembre de 2008

Piedritas en la ventana

De vez en cuando la alegría
tira piedritas en mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero hoy me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en su escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas.

quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para callar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana
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Cotidianas
Mario Benedetti
Suma de letras, México 2002
Pág. 17
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lunes, 22 de septiembre de 2008

A tu interior, Linda


Aún lates bajo la piel de tu madre y ya has emergido al exterior como en un sueño. Nada importa el pasado ante lo contundente de tu presente y lo esperanzador de tu futuro, pequeño ángel que has de llegar en el momento justo, no antes ni después; en el momento exacto con tus ojos pequeños y serenos, escudriñando todo alrededor. Siendo tú para que ellos sean ellos, para que no dejen de ser. Aún late tu corazón en un concierto amorosamente íntimo, casi secreto. Festejando la gloria de ser niño o niña, es igual, sonriendo a la luz, al sol, a la vida futura. Sintiéndote latir con esa fuerza ahora volcánica, ahí estás, ahí vives, ahí lates. Con toda la fuerza de tus semanas incompletas, con toda la ternura que tu nombre habrá de definir.
Desde ya eres fuerte, tu magia ya nada ni nadie la podrá borrar. Así son los bebés esperados, los que tiemblan en su noche infinita, saludando a su manera ese vientre vestido de colores. Así son los pequeños seres que aún no nacen, llenos de fuerza y prodigio. Ellos están donde deben estar mientras esperan el momento justo de irrumpir a la vida cambiándolo todo en un solo momento, haciendo feliz a tu madre, tu padre y tu pequeño hermano que te espera sonriente para jugar contigo, para ser el hermano mayor y llenarte de mimos. Mientras aquí, aquí te esperamos pequeño ser, que ya desde ahora lates feliz, y que mañana también surgirá tu sonrisa como una mariposa de luz.

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sábado, 20 de septiembre de 2008

Valparaíso de noche

Marcelo Arancibia

Cunado la noche se apodera del puerto, aparecen ellos de a dos, de a tres; todos caminando lentos, balanceándose, como tratando acostumbrarse a la quietud de la tierra, tan distinta al eterno movimiento de sus hogares flotantes. De vez en cuando un pequeño resplandor ilumina sus rostros curtidos, curiosos: es un cigarrillo que se mece entre sus dedos (…) Es un deseo que nace en lo más profundo de las entrañas y que, de pronto, desde ahí se abre paso con fuerza incontrolable a través de sus cuerpos, de su sangre, de su todo: ver, oír, oler. Hablar con una mujer. Observar cómo se mueven, sus ojos, sus labios mientras conversa. Cómo se agitan, temblorosos y sugerentes, sus senos mientras baila frente a ellos y les arrulla y les envuelve y les embruja con mirada profunda, cálida y llena de promesas de escondidos y dulces placeres.

Valparaíso Alire. Antología poética
Chile, 2006
La Cálifa. Pág. 17

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Segunda oportunidad


Carlos se quedó pensando lo que había sucedido la noche anterior, porque se perdió en aquel laberinto de piel blanca y húmeda, el por qué de lo sucedido después de una larga espera, después de meses de soñar y de imaginar el mar del cuerpo desnudo de Norma. La espera no hizo más larga, la tarde no había sido mojada por las últimas lluvias de septiembre, él la tenía tan cerca, que no pudo contener el contacto con sus labios, un beso largo y profundo y varios más. Carlos ahora saboreaba los labios de Norma, la estrechaba en sus brazos. Así pasaron parte de la tarde, entre besos, palabras y risas. Norma tuvo que partir hacia un compromiso de su trabajo, quedaron en verse más noche. En la oscuridad de la noche, cuando se encontraron, no había otro lugar que ir, pensó Carlos, más que a un hotel, Norma un poco inquieta no rehusó la oferta, y los dos se encaminaron hacia el lugar privado. Aunque trataron de relajarse, Carlos y Norma fueron presa del deseo, se devoraron a besos en aquella cama, poco a poco fueron quitándose la ropa, el reconocimiento de aquellos cuerpos desnudos no se hizo esperar, Carlos buscó los senos, los chupó, los saboreó como una copa de vino. Todo iba muy bien hasta que buscaron la unión final, se preparó Carlos, pero algo en esos momentos había pasado, algo se había ido y no llegaría en toda la noche, se perdió, se fue el deseo. Algo había pasado, el destino jugaba su carta más poderosa. Un muro entre Carlos y Norma, y al final nada había sucedido. Un mal sabor quedó entre los dos, todo quedó escrito para el futuro, si algo tenía este amor era esperar a que tal vez les llegara una segunda oportunidad de amarse.


Clemente Alvarado Franco
Ciudad de México
17 septiembre 2008

Santuario


Ahora que imaginas ser el fuego hostil de los conquistadores
santuario en qué dirección vuelan las aves cuando a la lluvia se le olvida descender el cielo?
Qué rumbo tomaron el correcaminos y el cenzontle? hacia dónde el colibrí giró su vuelo?
santuario largo sendero entre las dunas
un poco de aguanieve cae sobre tus alas
tu rostro es el tatuaje de una historia
la huella digital de las espinas corona
mancha de sangre
crónica dictada por tus manos si a diario hay redención
por qué las aves se hieren los ojos con la espina más aguda?

Santuarios desierto mar
Juan Armando Rojas
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2004
Pág. 19

jueves, 11 de septiembre de 2008

La melancolía es destino


La melancolía es destino
diciéndonos lo que no somos
un huerto tejido de sombras,
la cicatriz de la tarde,
el rostro que lucha por saber quién fue.

En el portal
los pájaros recuerdan
el viaje
-y sin embargo-
temo perder lo que de ti queda cuando te vas.

Todo antes de la noche
Jeannette Clariond
México, 2003
Pre-textos. Pág. 42

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Acuérdate...


Ahí estaban. Por fin. Sus labios se conocieron, sus manos se encontraron y los corazones ahora latían desaforadamente juntos. Se fundieron finalmente las bocas en un mismo suspiro, mientras a los lejos se escuchaba en un fino saxofón el "acuérdate de Acapulco, María bonita, María del alma", que a ella nunca le gustó, pero que escucharlo ahora mientras probaba aquella boca tantas veces imaginada, fue redescubrirlo en un tono diferente, como si nunca hubiera sido inventado sino hasta ese momento y justo para que ella se acordara de él en otro tiempo, y justo ahí en esa banca cerca de La Condesa, donde juntos se dieron cuenta de que hacía algunas horas habían dejado de soñar.
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miércoles, 20 de agosto de 2008

Los dedos en la llama


El alba se fragmenta
se levanta el sol
escudriñándolo todo
su tibio vaho se esparce deshojando el rocío
deshaciendo las perlas que ha inventado el follaje.
Todas las aves cantan
y el corazón del bosque se agita conmovido.


Los dedos en la llama
José Luis Domínguez
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2006

jueves, 14 de agosto de 2008

Sexy moños


Mi padre decía que aquello era una expropiación, pero yo sabia que se trataba de un robo. Ni siquiera sabía que significaba la palabra expropiación. Por un momento pensé ¿por qué no? ¿Por qué no es posible que las cosas sean así de fáciles? Sexy moños, sexy moños, Rebeca; sexy moños, sexy moños, Rebeca. Hacia por lo menos una semana que esa canción ocupaba la mitad de mis pensamientos. Y por otro lado siempre me avergonzaron los zapatos de mi padre, parecían dos pedazos de cartón, si por lo menos los hubiera boleado un par de veces. No es tan fácil, me decía, no esta fácil entrar en un supermercado y cambiar de zapatos, así como así, sin pagar. Estaba dividida. La sonrisa de mi padre, franca y amarillenta; el olor a tabaco de mi padre; el olor a sudor de mi padre; la virilidad de mi padre. Su mano en mi hombro, los dedos gordos y manchados de nicotina. Nada que ese hombre pudiera hacer era realmente malo.

El error del milenio
Daniel Espartaco
México, 2006
UDG. Pág. 19

lunes, 11 de agosto de 2008

Órdenes de amor


¡Ten piedad de nuestro amor
y cuídalo, oh Vida!
Carlos Pellicer


1

Amor mío, embellécete.
Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.

2

Amor mío, ampárame.
Una piedad sin sombra
de piedad es la vida. Sombra
de mi deseo, rosa de fuego.
Voy a tu lado, amor,
como un desconocido.
Y tú me das la dicha
y tú me das el pan,
la claridad del alba
y el frutal alimento,
dulce amor.

3

Amor mío, obedéceme:
ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo:
Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.
Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.

4

Amor mío, justifícame,
lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...
Amor mío.
Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.

5

Amor mío, encuéntrame.
Aislado estoy, sediento
de tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.
Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
Amor, amor-ternura,
amor-infierno,
desesperado amor.

6

Amor, despiértame
a la hora bendita, alucinada,
en que un hombre solloza
víctima de sí mismo y ábreme
las puertas de la vida.
Yo entraré silencioso
hasta tu corazón, manzana de oro,
en busca de la paz
para mi duelo. Entonces
amor mío, joven mía,
en ráfagas la dicha placentera
será nuestro universo.
Despiértame y espérame,
amoroso amor mío.

Efraín Huerta
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miércoles, 30 de julio de 2008

Despedida


Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.


Alejandro Aura
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jueves, 3 de julio de 2008

El amor destruye lo que inventa


Un golpe de tiempo sobre el mármol no abolirá nada, mallarmé; un gran golpe de dedos del mago Mandrake y entonces habrá de borrarse el tiempo, y el nombre, y también el mármol. No hay un solo antídoto contra la muerte, contra el olvido, contra la soledad, contra la cerrazón inexorable del paréntesis. Es inevitable que el sol seque nuestra agua,
que la muerte nos apure,
nos separe,
nos depare,
nos depure,
una piedra derruida, una necia lápida
una terca y turbia soledad.


El amor destruye lo que inventa
José Luis Domínguez
México, 2008
UAEM. Pág. 50

martes, 24 de junio de 2008

Soy... en compañía. Dueto



Rogelio Coto Alfaro
Costa Rica

Soy el viento
que bordea tu espalda
acaricia tu cintura y
rodea tu torso.
Soy el viento
en el que se deslizan
historias pequeñas
que te frotan las orejas.

Soy el viento
que lleva y trae,
calma y apacigua;
y sobretodo
encuentra respuestas
en el sudor enamorado
que se vuelve rocío
cada vez que humedeces
mi mundo...


Flora Isela Chacón
México

Soy la piel despierta, atenta
a tu tacto y a tu visita cada noche
cuando envuelves mi espalda
apenas con un roce tibio…

Soy el laberinto
donde se resbalan tus historias,
enroscándose en el caracol profundo del silencio…

Soy el nido donde tu camino termina,
donde tus preguntas se vuelven susurros
y nuestros mundos se hacen una sola humedad…


viernes, 20 de junio de 2008

Espejo de fuego


Sueño con volar
mas no en el dorso de un ave
que danza en sus alas
tampoco quiero subir en el viento
como hoja rehén de un remolino
ni siquiera me basta
navegar en la espalda de la misma luz.

Quiero volar
más allá del espacio
donde el tiempo no existe
donde en un suspiro
cabe todo el silencio.

Espejo de fuego
Lilly Blake
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2008

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miércoles, 18 de junio de 2008

Amores de pocos minutos III


El amor cuando llega te encuentra desvalido, pero dispuesto y te envuelve en una cuenta que te estremece de pies a cabeza y te hace volar: uno, la miras; dos, la besas; tres, todo es luz; cuatro, lo demás no importa; cinco, se acomodan el uno sobre el otro; seis, la vuelves a besar; siete, los pájaros cantan y te vuelves cursi; ocho: ¡¡MAAAAAAAAMBO!!!! Y entonces comienzas a bailar en una danza erótica y sublime que te da la sensación de que jamás volverás a perder la cuenta...
Pero cuando el amor se termina, te golpea y te derriba sin defensa alguna; y sin cuenta de protección, te destroza el alma y todo lo que ahí se encuentre.
El corazón, vulnerable ahora, también participa en ese nocaut. Recibes el golpe y caes lentamente: uno, cierras los ojos; dos, su imagen se vuelve borrosa; tres, sonríes sonámbulo; cuatro, no sientes las manos; cinco, sólo los pies correr; seis, empiezas a pensar; siete, levantas la cabeza; ocho, la ves tal como es; nueve, te asusta lo que ves; diez, has despertado y el amor ya se fue.

sábado, 14 de junio de 2008

Kumbala

Luz
Roja es la luz
luz de neón
que anuncia el lugar
baile Kumbala bar
y adentro la noche es
música y pasión.

Sol
No entiendes lo que pasa aquí
esta es la noche
y de la noche son
las cosas del amor
el corazón a media luz
siempre se entregará.

Mar
Todo el ambiente huele a mar
mucho calor
sudores en la piel
sudor sabor a sal
y en la pista una pareja
se vuelve a enamorar.

Una risa, una caricia
y en la pista una pareja
se vuelve a enamorar.

Un sabroso y buen danzón
a media luz el corazón
y en el Kumbala todo es
música y pasión.


Kumbala
Maldita vecindad

martes, 20 de mayo de 2008

Luna hiena

Escribo en el mercado, en el camión, en la casa, en el auto, en la escuela, despierto, dormido, en vigilia, trastocado, calmo, distante, perdido, en las facturas, en el diario, en la mano, en la basura, en el menú, solo y acompañado, con lápiz, con pluma, con pintura o tinta china. Pero no se equivoquen. No es vocación ni talento ni disciplina ni manda ni karma ni ruego. Es un demonio que llevo dentro, inmune a las drogas y las oraciones, perdurable y difícil de acallar.


Luna hiena
Ea Pozoblock
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2007

domingo, 11 de mayo de 2008

Amores de pocos minutos II


La solterona de la casa amarilla vivía sola, imaginando historias rosas, cuidando a los jóvenes vecinos pasar con sus novias para descubrirles el amor y sentirse princesa de un cuento lejano. Un cuento donde jamás se incluía, pero, sin embargo, la espiaba desde la página doce, donde habitaba otro vecino solitario, también soñador, pero menos aprensivo, quien atento la vigilaba, esperando el momento adecuado para aparecer "casualmente" y asaltarle el saludo o ayudarle con las compras.
Tanto tiempo pasó la solterona esperando ver llegar al amor en su puerta, cargado de bombones y rosas envueltas con celofán, para cantarle al oído y borrar su amargura; que finalmente cuando su vecino solitario se apareció el primer domingo de enero dando tres toquidos a las dos de la tarde, con su camisa blanca y un brillo nuevo en los ojos, sin bombones ni rosas, estirando hacia ella una taza de porcelana fina, no supo distinguirlo y le dijo que no, que no tenía azúcar para regalarle y además, en aquella casa no se comía pan. Y cerró para siempre su puerta en la nariz de aquel hombre que la hubiera llenado de hijos, y le habría presentado al amor en un cuento, al que ella le habría puesto punto final.

sábado, 3 de mayo de 2008

El aire de las cosas


La fragancia de la rosa, el destello
del rocío, la huella del que pasa
Como nube o río se fuga el día
como sombras del cuerpo desprendidas
La vida es un buen libro de fantasmas
El viento riza el agua de la fuente
y deslíe los rostros que refleja
El amor es un imperio de espuma
asentado sobre la arena
No es una la luna ni es el mismo
aquel que la contempla
Se extinguen las lámparas
se encienden los cigarros
Doy vuelta a la página y algo
me estremece:
es el tiempo que vuela
el aire de las cosas...



El aire de las cosas
Alfredo Espinosa
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2004
Pág. 11

miércoles, 30 de abril de 2008

Gota tras gota


Gota tras gota la lluvia te moja,
la lluvia se ríe y a veces se enoja,
la lluvia me canta y me entretiene
y gota tras gota se va como viene.

Las ranas le cantan, le cantan los grillos,
qué lindos los cantos de bosques y ríos,
es una gran fiesta, qué gran sinfonía
pero aunque me moje, qué bonito día!!!

Tocando despacito para que la vea
a mi ventana se asoma,
la dulce embustera, burlona saluda
y me dice que espera,
aunque cuando se enoja pone cara fea.

La lluvia me moja,
me moja y salpica,
la lluvia es mi amiga,
qué cosa más rica!!!

Roberto Jiménez Díaz

viernes, 25 de abril de 2008

¿Cómo ser mujer y no morir en el infierno?


“El idioma es un verdadero prodigio: puede usarse para contar chistes, para hacer retórica o para construir publicidad”, Beatriz Escalante aseguró que “la escritura tiene algo de autobiográfico porque el escritor elige trabajar temas que le preocupan. En mi caso los temas que abordo, los que me preocupan tienen que ver con el hecho de que soy mujer, soy mexicana y soy pedagoga, aunque el escritor sólo escribe la mitad de un texto, la otra mitad la escriben los lectores".

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viernes, 18 de abril de 2008

Amores de pocos minutos I

(Ahí viene ya el camión… ¡Ay, no!… Es el chofer guapo y yo con estos trapos, ¡carajo! Bueno, ni modo, al fin y al cabo ni se fija en mi ropa, me sentaré detrás de él para verlo mejor...
Sí, toma el dinero, a ver si en una de esas toco tu ruda mano. ¡Ay, Dios!, ya la imagino paseándose en mi cuerpo, dando vueltas ignorando baches y congestionamientos…
Señora, hágase para allá, caray, no me va a dejar oír de cerca su voz. Tanto que lo sueño diciendo, "ahí pasándole para atrás, por favor", con cuántas ganas lo haría para abrazarle ese cuerpo lonjudo que baila elegantemente con los topes.
Casi me mojo la blusa, al ver cómo se agarra del tubo con su carita de tigre dormido cuando se agacha a
hablar con el checador, ¡cómo no hay otros checadores para ver más veces su sexi gesto! Si así se agarra del tubo, cómo se… me fue a pasar la iglesia, hombre? Ahí es donde aprovecho para mandarle un beso disfrazado, una plegaria que enfrenta ruidos y atraviesa gente en el pasillo, choca en el espejo y se pierde entre letras y calcomanías, antes de llegar hasta él, antes de decirle algo de lo mucho que quisiera decirle, pero se me escapa por la ventana.
¡Qué manera de meter los cambios! No me importa si es un cafre y se pase los semáforos casi en rojo; o si la gente le dice gracias y él no responde; o si platica sólo tonterías con su chalán; con ese cuerpo y esa cara podría perdonarle todo; bueno, casi todo, lo único que no podría perdonarle
…)
–Hola, gordo, qué bueno que pasas por aquí, ya tenía mucho tiempo esperando un camión. Con permiso.
–Sí, mija, ahorita mismo llegas, ya verás.
Oh, no, tiene domadora!) ¡Bajan! ¡Bajan!

martes, 15 de abril de 2008

Hoy ten miedo de mí


Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido
procura tener a la mano a un amigo que cuide tu frente y tu voz
Y que cuide de ti, para ti y tus vestidos
y a tus pensamientos mantenlos atentos y a mano a tu amigo

La importancia de verte y morderte los labios de preocupación
es hoy tan necesaria como verte siempre
como andar siguiéndote con la cabeza en la imaginación
Porque sabes, y si no lo sabes, no importa,
yo sé lo que siento, yo sé lo que cortan después unos labios
esos labios rojos y afilados
y estos puños que tiemblan de rabia cuando estas contenta
Que tiemblan de muerte si alguien se te acercara a ti.

Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto
se tenga cerrada porque no vaya a ser yo el viento de la noche
y te mida y recorra la piel con mi aliento
y hasta te acaricie y te deje dormir
y me meta en tu pecho y me vuelva a salir
y respires de mí...

O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos
y todo por no hacerme un poco de caso
ten miedo de mayo
y ten miedo de mí
porque no vaya a ser que cansado de verte
me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas
y te bese los pies
y te llame mi diosa
y no pueda mirarte de frente
y te diga llorando después:
por favor, tenme miedo
tiembla mucho de miedo mujer
porque no puede ser...


Fernando Delgadillo

jueves, 3 de abril de 2008

!Espectacular noche de gala!


Acrobacias espectaculares, primera llamada. Coreografías fascinantes, segunda llamada. Vuelos y desnudos, tercera llamada. Anima Inc comenzó. La de este jueves fue más que una noche de gala, una noche mágica, una noche para no olvidar.
A cargo de la compañía de teatro-danza aérea Anima Inc., esta Noche de Gala resultó especialmente atractiva para el público, que desde hora temprana comenzó a llenar el teatro, tan sólo para estar presente en el espectáculo Circo barroco, dirigido por Alejandra González.
Fueron dos actos con los que los integrantes de la compañía maravillaron al público, que igual los vio pender de una cuerda, volar por los aires y hacer malabares en un aro suspendido del techo, o dentro de una de las jaulas infinitas.
El primer acto presentó la historia de una mujer que no sabe volar, que quiere quitarse el corsé, pero no sabe cómo; que intenta y seduce al amparo de una fascinante voz de soprano.
La noche la cobija para finalmente despojarse del corsé y dejar ver su torso y su corazón; mientras las jaulas se hacen más eternas.
Luego se transforma para el segundo acto, y entonces son las novias por siempre, las que saltan y bailan con vestido y liguero incluidos, que penden de una cuerda como atienden a la esperanza.
Diez números musicales más para completar ese circo barroco que hospeda un universo alterno, que nace particular en cada cabeza, pero que unió el aplauso de muchos en un solo estruendo, mientras su directora despedía "thank you for flying Anima Inc."


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lunes, 31 de marzo de 2008

Hora feliz

Qué triste que dura tan poquito...
Un borrachito en el bar

Llegué tarde como a todo
mi hora feliz había terminado
ya no habrá dos por uno
ni besos en lo oscuro.

Tráigame un abrazo
si aún le queda alguno
no importa si no viene en par
largo y conciliador
a la luz de este rincón,
donde el licor no es suficiente
para enterrar los miedos
para despegar los párpados.

Y tráigame la carta
si aún está abierta
escogeré la mejor bebida
sentado en este lugar
como ya antes lo hice
donde esperaré de nuevo
que vuelva mi hora feliz...

martes, 19 de febrero de 2008

Retratos


Pasado el primer susto, procuré hacer lo que cualquiera cuando se halla entre desconocidos, escoger. Establecer, cuanto antes, simpatías y antipatías. No tardé mucho en ese empeño porque me di cuenta que quienes me caían bien estaban muy distantes los unos de los otros. También me di cuenta de que amaba la obra, o parte de la obra, de no poco de ellos. ¿Qué relación guarda la foto de un escritor con lo que ha escrito? Sería preferible poner en los marcos una hoja trabajada, con tachaduras y titubeos, comentarios al margen, notas en lápiz sobre las finanzas de la semana o los encargos a realizar aquella misma tarde. ¿Qué relación encontraría una grafólogo entre la letra manuscrita y las fotos? ¿Sería la página manuscrita el equivalente a un autorretrato? Para quien supiera leer, por supuesto. Mi estado de ánimo se mudó de rechazo a tristeza. A resignado parentesco. A familiaridad heredada.


Museo marino
Roberto Ransom
México, 2004
Ichicult. Pág. 43

lunes, 11 de febrero de 2008

Yo no lo sé de cierto

Yo no lo sé de cierto,
pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio.
Como se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.

Cualquier día despiertan, sobre brazos:
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto, pero lo supongo.)

Recogiendo poemas
Jaime Sabines
Telmex, 2007
Pág. 16

jueves, 24 de enero de 2008

Melodía de lluvia



Así como la lluvia llegó tu melodía, mi canción; suave como gotas en mi ventana de espera, tan firme como los sueños volando cerca. Tus acordes vienen pintados de tus dedos, maestría hecha ilusión. Que suene una y otra vez incesantemente la melodía y que así, llueva toda la noche...

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martes, 15 de enero de 2008

Te amo con la noche


Si no sintiera el murmurar de tu vientre
no acabaría nunca mi amanecer
en cada despertar se desangra de fuego la luna.

Entre la luz y la oscuridad estamos nosotros:
tus manos
mi cuerpo.

Te amo con la noche.

El sol seco de tanto llorar
mi voz se deprime cuando duermes
la muerte suena tierna.
Quiero endulzar la voz con su ternura.


A la sombra del gigante
Ana Carolina Apodaca Monge
Colección Solar Poesía
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México, 2007

jueves, 10 de enero de 2008

No es el amor...

Bajo la mortecina luz de un par de cirios gráciles te evoco. El fuego, la luz y el pabilo consumiéndose. La cera y la llama consagradas a pensarte.

*
Antes de conocerte solía decir tu nombre; preguntaba por ti en cada esquina; te buscaba en los bares o en las cafeterías; amanecía bajo los puentes o pasaba largo tiempo en una banca solitaria de la vieja estación de los ferrocarriles.

*
Sobre la urdimbre de las horas, teje el arpa del silencio la música festiva de aquella tarde de febrero cuando te conocí.

*
Te vi pasar de largo. Tu rostro era niebla; tu cuerpo, una ciudad ignota;

tus manos, un adiós de mariposas breves.

*

A veces, mientras duermes, siento celos. Porque dormir es una forma de no estar, una manera involuntaria de irse poco a poco. Entonces pienso que ya no me perteneces, que no te perteneces ni a ti misma. Cierras tus párpados y el mundo para mí se derrumba en un instante; los abres y vuelves a reconstruirlo; cierras tus párpados y me invade la más ciega de las noches. Soy, entonces, una lluvia fría, el necio extravío de mi nombre. En realidad, no sé cómo puede el mundo sostenerse en pie mientras tú duermes.



José Luis Domínguez

Cuauhtémoc, Chihuahua



miércoles, 9 de enero de 2008

Poema 04

La tierra circular enseña que todo empieza incesantemente. El río que inicia en la montaña y termina entre las olas saladas. El agua levanta su alma y regresa en nieve a la montaña. Mi abuelo murió y nació mi padre. Mi padre murió y nacerá de mí alguien. Las estaciones y su molino de colores. Este poema ha sido escrito miles de veces. En el camino, a lo largo de los años, con el tiempo, al correr de los días, en el pajar de las horas, en el engranaje de segundos. Y basta subirse a un avión, alejar la tierra, observar las montañas diminutas, los autos insignificantes, las casas como juguetes y gente como piedras regadas. Y despegar después dentro de sí e imaginar ver la tierra desde el sol o un atardecer desde la luna. El tiempo y nuestra historia en un puño de espacio estelar. La tierra se arrastra en órbitas y cada vuelta de veinticuatro horas cuesta. Cuesta mover montañas y mares inmensos. Tierra es el nombre de este planeta de mar. Tierra que se mueve silenciosamente sin aceite y sin quejarse. Viajar cuerpo adentro. Alejarse espacio adentro. En nuestra propia circunferencia. En el radio de nuestro espacio. En un día de irrepetibles nublados.

Desierto Sol
Martín Camps
Instituto Chihuahuense de la Cultura
Chihuahua, México 2003
Pág. 106

Chihuahua en video