miércoles, 10 de septiembre de 2008

Acuérdate...


Ahí estaban. Por fin. Sus labios se conocieron, sus manos se encontraron y los corazones ahora latían desaforadamente juntos. Se fundieron finalmente las bocas en un mismo suspiro, mientras a los lejos se escuchaba en un fino saxofón el "acuérdate de Acapulco, María bonita, María del alma", que a ella nunca le gustó, pero que escucharlo ahora mientras probaba aquella boca tantas veces imaginada, fue redescubrirlo en un tono diferente, como si nunca hubiera sido inventado sino hasta ese momento y justo para que ella se acordara de él en otro tiempo, y justo ahí en esa banca cerca de La Condesa, donde juntos se dieron cuenta de que hacía algunas horas habían dejado de soñar.
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