jueves, 14 de noviembre de 2013

Acupuntura



Dos meses se pasan como si nada, cuántos mensajes sin enviar habré ahorrado, aunque de pronto extraño tus mensajitos fríos a las once de la noche, cuando la manta más gruesa no logra quitarme este temblor invernal.

Una quesadilla, quizá un café, nada difícil, sólo basta un poco de sal y ya no estás de nuevo, las decisiones son más fáciles sin un ancla, sobre todo cuando la lluvia cae y a mi lado pasa una mosca volando. Me recuerda las noches en vela buscando leche tibia, queriendo devorar de un golpe los libros que en el día quemaban.

Hoy fui de nuevo a la consulta, nadie me esperó con la cara larga aunque tardé más de lo normal. Traigo mis dos puntos para la ansiedad, otro más para el estrés y la tranquilidad; pero nada para el mal de amores, la espera inútil, la apatía y el desencanto; nada para lo estático, el abandono, la mediocridad y el miedo terrible a no salir nunca de ello.

Nada me puso para dejar a un lado las citas frustradas, para los bolsillos vacíos y la fiebre nocturna, nada para la decepción de verte lejano y romperlo todo con unas cuantas palabras; nada para la angustia de perder la libertad por si acaso se te ocurre intentarlo otra vez.






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